La herencia de los abuelos

13 septiembre 2021

Los bodegueros de los Setenta se preocupaban en hacer vino y venderlo sin mirar al viñedo, y otros muchos desertaban del gremio. Los padres de esta generación son los abuelos de toda una nueva legión de hombres y mujeres realmente capacitados para producir, en las últimas décadas, los mejores vinos de la historia. Este tropel ilustrado no hereda tanto las prácticas de sus padres como las de sus abuelos que, aunque aferrados a la pensión, conservaban sus viejas viñas como oro en paño. Estas viñas, muchas abandonadas, son objeto de deseo de esta juventud enológica y luchadora. Nacho Álvarez Losada es uno de ellos. En el alejado paisaje berciano de Puente de Domingo Flórez, este viñador da vida a las viejas parcelas con su proyecto Pago de los Abuelos.

Nacho Álvarez y José Peñín

En estos últimos tiempos, siento más curiosidad por recorrer lugares ignotos y accidentados y, naturalmente, más vírgenes. Fueron los primeros viñedos abandonados durante las décadas Sesenta y Setenta por su precaria producción y difícil laboreo, pero que reflejan la personalidad del paisaje, que hoy es lo que más interesa. El Bierzo no es ajeno a esta realidad, en cuya periferia más agreste y elevada se halla un minifundio parcelario que se cuenta por metros cuadrados más que por hectáreas. 

En estos majuelos accidentados y frescos la uva mencía revela más expresión por ser una variedad temprana, frente a la mayor parte de bodegas y viñedos situados en zonas más bajas y cálidas. Cuando conocí el godello De los Abuelos en febrero pasado, percibí una mineralidad fascinante frente a la frutosidad reconocible de este vidueño.

Por un lado, la localidad de Puente de Domingo Flórez, en el límite suroeste de la denominación de origen y fuera del foco del vino berciano; y por otro, Nacho Álvarez, curtido como director técnico de los vinos del exigente y discutido Jorge Ordóñez, y reconocido por el ínclito Robert Parker como enólogo revelación en 2016, eran mimbres más que suficientes como para ir allí este verano en un tiempo pandémico que me obliga a alambicar mis salidas.

Cepas Centenarias Bierzo Cepas centenarias Bierzo

Viticultura heroica

Sin perder de vista las Médulas, con su pasado aurífero romano, el paraje atrae. Un territorio como pocos donde se instala el silencio y que evoca daguerrotipos rurales de vendimias de músculo y riesgo. En mayo último se le concedió a Pago de los Abuelos la denominación de Viticultura Heroica por la asociación italiana CERVIM, que proyecta al mundo la viticultura de montaña. Es la única bodega en Castilla y León que posee este certificado.

Pago de los Abuelos

Como mandan los cánones “terroiristas”, no hay intervención en el viñedo, sin productos fitosanitarios, todo ecológico y levaduras indígenas. Es posiblemente el paisaje más virgen y silvestre del Bierzo, donde vegetan aquí y allá variedades como negreda (al parecer una sinonimia de Juan García), estaladiña y palomino, intercaladas con la mencía.  Paseando por algunas viñas empinadas, me ví subiendo algunas de ellas ayudado con pasamanos de cuerda, instalados en las difíciles parcelas si no quieres despeñarte viñedo abajo. Cepas que parecen confundirse con la maleza frente a otras plantadas más formalmente en torno a un deleitable templete de madera y pizarra, construido por Nacho, desde donde se divisa, copa en mano, el paraje en toda su dimensión. Nacho, en compañía de su fiel compañero José “Cuca” en la viña, es feliz en las tierras difíciles donde las diferentes altitudes, suelos y orientaciones se perciben más en los vinos.

Los vinos

De los Abuelos Teiró godello 2019 “vino de paraje” procede de viñedos a 700 metros de altitud y con un 45% de desnivel, criado en tinaja de terracota durante 8 meses. Un blanco profundo, mineral, con una explosión de hierbas de tocador (lavanda, menta e hinojo).

Aún recuerdo el otro godello, Barreiros 2018, que me encantó hace unos meses, como si se encerrara en la botella el paisaje.

Álvarez también se adentra en el universo de los claretes castellanos con De los Abuelos 2020, con mezcla de un 70% de negreda, y el resto repartido entre estaladiña, mencía y palomino. Posee la virilidad de un tinto, pero con la ligereza y suavidad de un rosado provenzal con toques silvestres de zarzal, piedra seca y ligerísimo en boca.

Me gustó el tinto subtitulado “viñas centenarias” 2019, con ensamblaje de mencía, palomino y garnacha tintorera, de suelo calizo y pizarra, de color granate algo abierto con recuerdos de fruto rojo campestre, fundido con un delicado matiz cremoso de los 8 meses en barrica usada que apenas se nota.

Los dos tintos que más me gustaron por su complejidad fueron el subtitulado “Viñedo Barreiros” 2019, el más top de la casa, de suelos de pizarra y arcilla, con matices de fruta más madura, muy orgánico, con más color que el ultimo citado. Y el que saldrá pronto y que se llama Saturno 2020, de suelos calizos 100%. Luce un color cereza algo intenso y con un aroma perfectamente fundido lo floral con lo frutal, con un finísimo tostado que me ha recordado a un Château Ángelus 2020 (Primeur Saint Emilion) que me bebí hace unos meses, y eso que es de la gama media de la casa.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.