Dão, entre la realidad y la nostalgia

25 julio 2023

Mis primeras lecciones del vino portugués no fueron los oportos y madeiras, vinos que ya estaban anclados en la memoria de todos, sino el Dão. Era el único vino tranquilo que sonaba hace más de 40 años, si acaso el “vinho verde”. Ni Alentejo ni el Douro como vinos de mesa, hoy tan de moda, eran entonces mediáticos. Hace unos meses visité Taboella, un excelente reclamo del Dão de hoy.  

Para mí aquel Dão brillaba como el rioja portugués, pero más fresco, frutal, ligero y más atlántico que hoy. Era la referencia histórica del vino de mesa lusitano. Fue la primera demarcación territorial de vinos no fortificados en 1909. Sin embargo, durante muchos años el Dão se quedó rezagada frente al auge de los vinos del Douro, Alentejo y Lisboa. Primaron los rasgos mediterráneos del Douro y Alentejo sobre los más atlánticos de un Dão que llegó a ser el centro de la variedad touriga nacional. Un fenómeno que se repitió de forma parecida con la variedad baga de Bairrada, que era más tánica, herbal y fresca y que actualmente se presenta con un mayor grado alcohólico. Quise comprobar si era posible encontrar algún vino que me recordara a aquella expresión de frescura y acidez fundida con las notas de madera vieja. Un deseo convertido en capricho que no quise transmitir a nadie porque podía ser un brindis a la nostalgia.

¿Es mejor o peor que antes? Si recorremos los listados de Parker y Robinson en la actualidad, los vinos apenas sobrepasan los 92 puntos. Yo mismo no hubiese pasado de esta puntuación en esta última vista. La presencia de la enología actual más global, mucho más técnica y precisa, ha borrado en parte la identidad territorial que percibí hace muchos años. Algo que se ha repetido en mis últimos viajes por todas las zonas del planeta.

Taboadella, la joya del Amorin

La primera referencia que me inclinó a ir allí fue Taboadella del Grupo Amorín, una bodega de capacidad media, de reciente instalación, con la ética de conservar las raíces varietales y territoriales en un contexto de alta enología y viticultura actual. Es lógico pensar que el rey del corcho mundial, como es Amorín, no entraría en un proyecto nuevo sin tratar de ser el fiel reflejo del Dão de hoy, pero con cierta mirada al pasado, como ya hizo con la bodega de Oporto Quinta Nova de Nossa Senhora.

Sinceramente, los vinos de Taboadella, aunque impecables, no me recordaban a aquellos tintos de mi pasado viajero. Es posible que el dichoso cambio climático que todo lo iguala hacia la mayor maduración de los racimos, ocasione menores diferencias entre zonas y estilos. Los daos de antes no sobrepasaban los 12º y hoy suben un grado y medio y, es más, a medida que asciende la graduación y la maduración de los racimos, los rasgos son más comunes, aunque los vinos de ahora sean mejores. Es algo muy generalizado en el vino mundial. Las diferencias pueden detectarse ligeramente en el carácter de las diferentes variedades.

Esta casa elabora bajo la marca Taboadella vinos monovarietales y también los multivarietales bajo el nombre de ”Villae”. Se extiende en una zona enlomada rodeada de bosques con suelos arenosos graníticos con algo de sílice, con una arquitectura vanguardista diseñada por uno de los mejores arquitectos portugueses, que supo integrarla en el paisaje sin alterarlo, con una fuerte conexión con la naturaleza. Algunas partes de la bodega van revestidas de madera y corcho. El utillaje está diseñado dentro de una filosofía vertical por gravedad, evitando las conducciones por bombas, con una iluminación mixta de luces y sombras. El viñedo, muy sostenible, no se riega porque se beneficia de una climatología semejante a la del Bierzo, con 25 parcelas de producción integrada y con una densidad media de 3500 plantas por hectárea. Un trabajo de un equipo joven y competente formado por Jorge Alves y Rodrigo Costa, con la colaboración de la potente Ana Mota como directora de orquesta en el quehacer de la bodega.

Foto: Exterior de la bodega Taboadella

Las vides

Es posible que los bosques que proliferan en la zona y que rodean la finca, constituyan barreras de contención para el flujo más fresco del Atlántico. Con una altitud semejante a la del Bierzo, en el estío pueden alcanzarse temperaturas bastantes altas. El viñedo lo componen 42 hectáreas, con predominio de tinta roriz (tempranillo), touriga nacional y jaén (mencía), que nada tiene que ver con la jaén blanca que en el pasado salpicaba gran parte de nuestro viñedo. Entre las blancas sobresale la variedad encruzadoacompañada de otras más minoritarias. Es posible que la reestructuración del viñedo, que no sobrepasa los 30 años, haya eliminado las viejas cepas de menor producción, pero con más enjundia, y que posiblemente me hubieran acercado a aquel retrato del Dão de mi primer viaje en los Ochenta.

La cata

Probé el Taboadella 2019 tinto de la variedad jaén. Me gustó por su expresión varietal, esa dulzura frutal de taninos suaves de esta “mencía” portuguesa. Excelente fusión con la cremosidad del roble francés que apenas se nota. De cuerpo medio, fácil de beber.  

Foto: Instalaciones de la bodega Taboadella

El otro tinto que me atrajo fue el Taboadella 2020 touriga nacional, de color más intenso con marcado estilo varietal, con taninos más marcados, con un fondo mineral, potente y frutal, con cierta elegancia y complejidad. El tinto Taboadella 2020 de la variedad afrocheiro, de color algo más abierto, era elegante pero menor precisión varietal, con excelente crianza en roble que se detecta en la cremosidad y no en el tono forestal, con un retronasal a frutos azules (arándanos), con una boca sabrosa. En cuanto a los “villae” me resultaron menos expresivos que los varietales con las mezclas de varias castas, además de ser más caros, ya que, en vez de sumar matices de cada cepa, entre ellas se enmascaraban unas a otras. 

El Taboadella 2019 “Grande Villae”, con las castas touriga, roriz y afrocheiro, tenía un color granate, de aroma mineral, (piedra o granito) cierta complejidad como fruta roja silvestre, algo más ligero. El Taboadella 2020 “Villae”, hecho con roriz, afrocheiro y pineira, con un color granate algo abierto, con notas de fruta madura y complejidad discreta, fue para mí el menos atractivo, también era el más barato: 11€.

En cuanto a los blancos, el que más me gustó con diferencia fue el Taboadella 2021, con la cepa encruzado, una de las variedades blancas portuguesas con un perfil complejo (hierba húmeda, notas de lavanda y menta con un fondo de fruta blanca y con una exquisita acidez). El Taboadella 2020 “Grande Villae” lleva encruzado, bical y vinha velha. Un conjunto de variedades que creo que deslumbrarán después de 5 años, cuando los fenómenos reductivos y la fruta se confite por la estancia en botella y aparezca la complejidad que falta en la cata de ayer mismo.  El rosado Taboadella 2021 tipo provenzal era correcto como casi todos los vinos de este modelo.   

Taboadella se une al nuevo cosmos del enoturismo muy asentado en el horizonte vitivinícola portugués. Todo está impecablemente preparado para el turista en un bello paisaje, la bodega fácilmente transitable y un pequeño hotel que invita a la quietud y contemplación.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.