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7 June 2023

Fermoselle Villa del Vino: el lugar donde las bodegas marcan la historia

Alejada de las grandes ciudades y tendencias. Allí donde los caminos y carreteras llegan a su fin para dar paso al territorio luso. Ubicada sobre un promontorio de gneis y granito se encuentra Fermoselle, la villa del vino. Es el paradigma de villa en el que confluyen el patrimonio vitivinícola y el patrimonio cultural. Y es que toda su historia gira entorno a las bodegas históricas.

Desde que se tienen registros documentales, en Fermoselle, se ha creado vino. Un vino diferente, procedente de las variedades autóctonas y minoritarias que llenan nuestros campos y realizado en bodegas únicas, bodegas subterráneas excavadas, a mano, en granito y gneis, entre los siglos VII y XIX. Un patrimonio de más de 1000 años que da al lugar una importancia y singularidad sin igual en España.

Las majestuosas bodegas, de hasta 6 metros de profundidad, excavadas artesanalmente en gneis, con arcos de medio punto de sillares del siglo XII y singulares pozos, muchos de ellos con un pasado ritual judío, nos muestran la importancia del patrimonio vitivinícola en Fermoselle desde tiempo atrás.


En su interior, se vive la experiencia del viaje en el tiempo del vino. En sus techos, encontramos las “zarzeras”, grandes bocas con apertura desde la calle, por las que los animales, en cestas llamadas “asnales”, descargaban la uva hacia la bodega. La uva se recogía en un cubo de madera y se pisaba con los pies, hasta tener el mosto líquido y llevarlo a las cubas, las cuales eran de madera de castaño y de igual tamaño que las paredes donde se colocaban: las “sidas”. Después de las fermentaciones, el vino se metía en “pellejos”, pieles curadas de cabra, y se subía a la calle, trabajo que realizaban “los sacadores”.


Encontramos clavos y oquedades para candiles y velas, “arbañales”, una red de caminos de agua que conectaban las bodegas, filtrando el agua, para que éstas no se inundasen, así como los “respiraderos”, agujeros en las paredes, que conectan bodegas para facilitar una red de ventilación cíclica. De esta forma, Fermoselle creó un patrimonio etnográfico vitivinícola de extraordinaria calidad y autenticidad, que llega hasta nuestros días.

Naturaleza modelada

La elaboración del vino siempre fue una de las principales actividades económicas de Fermoselle. Tal es así, que para obtener el máximo rendimiento de la tierra las gentes de la villa modelaron la naturaleza sin perjudicarla. Y así es como en los profundos cañones del Tormes construyeron kilómetros y kilómetros de paredones en forma de bancales. Una verdadera obra de ingeniería civil hecha a mano por los agricultores y agricultoras a lo largo de los años. Una esencia que permaneció inerte, dormida, y que actualmente está resurgiendo con el trabajo de recuperación de esta tierra única que bodegas Pascual Fernández se encuentra llevando a cabo.

Variedades únicas

Y de una tierra única, como no podía ser de otro modo, las variedades de uva que de ella brota también lo son. La gran mayoría de la cosecha proviene de variedades minoritarias, que son todo un hito de Arribes. La singularidad, la marcan las autóctonas Bruñal, Juan García, Mandón y Puesta en Cruz, variedades de pocas hectáreas que se han mantenido en producción gracias a los esfuerzos de los bodegueros de Fermoselle, que siendo conscientes de la riqueza natural que aportan, han decidido mostrarla en sus vinos, haciendo de éstos, vinos únicos, peculiares y dotados de una gran riqueza patrimonial.


Sus bodegas, sus bancales, sus variedades únicas, todo se encuentra a tu alcance a tan solo click. Escápate con nosotros a Fermoselle Villa del Vino y deja que te guiemos por el entramado laberíntico que componen las bodegas históricas. Un patrimonio histórico en el que volverás al pasado para conocer porque los vinos de Fermoselle son tan especiales, y, en definitiva, tan únicos.