–¡Qué color! –. Comentan todos (un dorado brillante que puede indicarles su vejez). La nariz le transporta al mar. ¡Salinidad notable! Un vino muy punzante en la nariz y una boca soberbia, larga, expresiva, muy sápida y seca.
–Esto está muy bueno, excelente vino –afirma Jorge.
–Es Manzanilla de Sanlúcar amigo. Vuelve a tu vino y dime. ¿Qué vino te resulta más expresivo?
–No me compares, uno es elegancia y sutileza y el otro es fuerza pura – Rebuscando entre sus argumentos Jorge esgrime que su primer vino acude más a la esencia del lugar, mientras que el segundo se queda en la crianza biológica como eje argumental.
–No te confundas Jorge, el primero nos dice mucho sobre el método de elaboración. Esa poca intervención marca tanto el vino que tu única forma de aproximarte al terreno ha sido su crianza biológica más sutil. Sin duda el método marca también mucho, mientras que, en el segundo, donde también manda el método, el vino se muestra más limpio, esplendoroso y mucho más expresivo.
Sergio y Miguel se mantienen callados y miran como si se tratase de un partido de tenis. Ahora Miguel, queriendo romper el hielo, anuncia su vino.
–Dejaos de tonterías que vamos a lo realmente bueno –Cubriendo su vino para que no sea descubierto antes de tiempo por sus tres amigos sirve con emoción y alegría. Se trata de un vino blanco. En un primer momento todos apuntan a que se trata de un vino de una zona fría. Su frescura y acidez es notable, así que empiezan a escudriñar mentalmente en el mapa productor de elaboradores de vinos blancos de perfil atlántico.
Jorge es el primero en hablar. –Se nota cierta vejez.
–¡Um!, este tipo de vino se aproxima a los grandes elaboradores alsacianos o quizá a alguno de la Mossela en Alemania –dice triunfante Juanjo.
Ahora es Sergio quién interviene. –¡Oh!, es cierto, creo que estamos ante un vino soberbio, único. Me atrevo a decir que te habrá costado un dineral.
Miguel con cierta modestia se dirige al resto. –Con amigos el dinero es lo de menos, ya lo sabéis, aunque no lo parece por los vinos que habéis traído.
Silencio en la mesa.
Todos se relamen de placer. El vino va ganando expresión conforme permanece en la copa. Aparecen aromas que recuerdan al hidrocarburo, la acidez sigue chispeantemente viva y la fruta deja un interesante fondo cítrico al fondo.
–Claramente es un vino del Loire, fino expresivo, largo, fresco –se pronuncia Sergio.
Todos afirman con la satisfacción de haber dado en la diana.
–Pues me temo que no, se trata de un albariño de Rías Baixas, un vino con cierta vejez, del 2015, sumamente pleno.
Ahora la imagen de la desilusión se dibuja en la cara de alguno de los comensales.