Al analizar las diferencias entre la alimentación actual y la de nuestros antepasados, se destaca la importancia de la frescura de los alimentos y la reducción del procesamiento. Antes, se priorizaba la compra diaria de alimentos frescos, mientras que hoy en día, el ritmo de vida acelerado ha llevado a una mayor dependencia de los alimentos procesados y congelados.
“No es que haya que mejorar con respecto al pasado, al revés, lo que hay que hacer es intentar comer como comían antes”, afirma Luzón. Para mejorar la calidad de nuestra alimentación actual, se recomienda volver a los principios de la dieta mediterránea que se clasifica como la mejor dieta del mundo, caracterizada por el consumo de frutas, verduras, carne, legumbres, pescado, aceite de oliva y frutos secos.