Jumilla y Alicante, profundizando en la diferenciación del estilo mediterráneo

13 marzo 2024

Durante años hemos vivido la hegemonía estilística de los vinos atlánticos, venerados por su verticalidad y ataque directo, y también por su capacidad de envejecimiento y transformación. Esta capacidad de crecer en el tiempo, ese tránsito del vino de una crisálida a una bella y colorida mariposa parecía reservado únicamente a los vinos de influencia atlántica, pero no es así necesariamente. Los vinos mediterráneos también tienen mucho que decir en este sentido. Aunque a nivel general posean por definición una menor frescura climática no significa que no tengan la capacidad de envejecer con dignidad en su crianza en botella o de mostrarnos un estilo y una calidad brillante, única y diferencial.

Los vinos directos como una flecha han sido la inspiración de muchos de nuestros elaboradores atlánticos. Pero también han sido la referencia de otros productores ubicados en climas radicalmente opuestos. Lo que ha provocado que intentaran plasmar un estilo atlántico en un lugar con escasas semejanzas. Al menos así fue al principio, hasta que entendieron que podían coger parte del discurso pero adaptarlo a su lugar de origen.  Climas diferentes, variedades diferentes y suelos diferentes necesariamente obligan a tomar otros caminos y a mostrar vinos diferentes.

El nacimiento de un estilo mediterráneo nuevo inspirado en la frescura

En España, una de las primeras figuras en ver que el camino del vino mediterráneo podía ser diferente fue José María Vicente, Casa Castillo. Ubicado en plena denominación de origen Jumilla, José María fijó su mirada en las grandes regiones productoras de vinos icónicos. Consciente de que la madurez de la uva no es un fenómeno diferenciador en un lugar de tanta bonanza climática como el mediterráneo, vio que podía encontrar su propio hueco por otra vía.  Para ello buscó aportar frescura y minimizar el efecto de la madera en el vino. Nacían así unos vinos diferentes a lo establecido en la zona y con ellos una nueva forma de trabajar y entender el vino en estos lugares.

Foto. José María Vicente. Bodegas Casa Castillo

José María ha sido un referente para un selecto grupo de jóvenes elaboradores a los que ha acogido e inculcado la pasión por el trabajo minucioso en el viñedo y la búsqueda de la identidad zonal. Hoy muchos de ellos están a la cabeza de vinos con identidad propia, así que nadie como él en el levante español para difundir las bondades de los vinos de corte mediterráneo de altos vuelos y de nuevo estilo.

Los grandes frenos del vino mediterráneo 

Lo cierto es que uno de los grandes frenos a la expansión del vino mediterráneo ha sido el abuso de la madurez y el uso de unas maderas bien presentes y protagonistas. La combinación de ambos factores ha sido un freno para la obtención de vinos localistas y tipológicos. Mucho elaboradores preferían no complicarse la vida y siguieron el patrón de madurez y barrica. Pero claro, poco terruño se puede mostrar haciendo un abuso de cualquiera de estas dos variables, y menos todavía si abusamos de las dos a la vez. La gran migración turística a las costas levantinas tampoco les ha servido de ayuda, pues ha potenciado la comercialización de sus vinos hacia estos estilos más sencillos, con una venta dirigida a un consumidor menos exigente y reflexivo.

La excelencia mediterránea, un camino por explotar

Por fortuna ha habido productores a favor de la excelencia y la identidad que han ido haciendo camino de manera independiente y aislada. Pioneros como Rafa Bernabé (Viñedos Culturales) en Alicante, vieron quizás antes de tiempo la vía de crecimiento para ofrecer un Alicante diferente, local y más fresco. Aquel entonces pocos supieron verlo. Años más tarde tuvo que llegar Pepe Mendoza (Casa Agrícola) para poner la pica en un estilo de vinos silvestres, frutales y locales con los que prestigiar la zona.

Foto. Rafa Bernabé

Hoy, las posibilidades para denominaciones de origen como Alicante y Jumilla como criadero de grandes valores del vino mediterráneo son mayores que antes, pues existe un consumidor especializado que desea profundizar en la excelencia mediterránea, aunque todavía no tenga un nutrido grupo de productores en los que refugiarse. Existen oportunidades porque faltan todavía muchos más protagonistas. El escenario es esperanzador, aunque no exento de riesgos y distracciones.

Los estilos en Alicante

Tanto en Alicante como en Jumilla existen grandes ejemplos de las diferentes vías de trabajo por las cuales uno puede llegar a alcanzar la excelencia. El mundo del vino es así, tan exento de blancos y negros, y tan proclive a la escala de grises, que nadie puede decir que tenga la verdad absoluta. Por este motivo nos gusta tanto.

La bodega Casa Agrícola, capitaneada por Pepe Mendoza, ha sido la responsable de las más altas puntuaciones de la DO Alicante más allá de las de sus icónicos fondillones. Su trabajo se ha orientado en la elaboración de vinos sutiles, con presencia de mucha fruta y notas silvestres. Vinos menos estructurados, donde la uva giró es especialmente protagonista gracias a sus notas florales y a su capacidad de ofrecer finura y sapidez.

Foto. Pepe Mendoza

En la misma línea tenemos trabajos como los de la Bodegas Riko. Su Giró Oscar Mestre, nos ofrece también una visión silvestre y fácil de beber de una uva muy representativa y bajo un trabajo poco intervencionista. 

Estos vinos más sutiles obedecen precisamente a esa búsqueda de frescura como rasgo diferenciador, pero  tenemos vinos más “clásicos”, de la vieja escuela, donde nos aproximamos a la complejidad a través de la extracción. Vinos como Salinas 1237 (Bodegas Sierras Salinas), musculado e intenso, elaborado con cabernet sauvignon y garnacha tintorera, donde lo mediterráneo se muestra a través de unas notas terrosas, de hierbas secas, de fruta negra madura y de unos taninos dulces. 

Los estilos en Jumilla

El vino de Jumilla de altos vuelos por excelencia, al menos el de los últimos 20 años,  ha sido El Nido de Bodegas El Nido (Gil Family Estates). En 2002 llegaban las primeras añadas de unos vinos elaborados por un prestigioso enólogo australiano, Chris Ringland, que llegó con la experiencia de trabajar en climas tan rudos como el de Australia y en Jumilla encontró el lugar perfecto donde trasladar su forma de trabajo. Su impacto llegó en un momento clave del vino español, era la época de los vinos estructurados y tanto el Nido como Clío son dos auténticas bestias del sabor y la potencia. Estos vinos siguen estando a día de hoy en lo más alto de la tabla jumillana y son por tanto representantes de las altas esferas.

Foto. Ángel y Miguel Gil - Bodegas Juan Gil

Bajando un peldaño en intensidad, aunque todavía con gran potencia y estructura, pero con la fruta cobrando un mayor protagonismo, tenemos los vinos de Juan Gil, pertenecientes al mismo grupo que El Nido. Esta familia del vino murciano ha sido capaz de prestigiar una zona donde los precios de venta al público estaban por los suelos, con vinos potentes pero muy bien elaborados, como Juan Gil Etiqueta Azul/Blue Label.

Pero no todo se queda ahí pues Casa Castillo llegó para romper moldes con un estilo nada transitado en la zona. Esta bodega fue pionera al proponer vinos radicalmente opuestos, menos intensos, más frescos, pero muy locales. Vinos de campo, con cierta intensidad y con un protagonismo de las hierbas silvestres y la fruta hasta la fecha no explorados. La revolución de esta bodega venía marcada por un especial cuidado del viñedo, principal protagonista de una nueva era de enólogos y viticultores del cual José María Vicente fue uno de sus primeros exponentes en España. Vinos como Casa Castillo Cuvee N, Las Gravas o su Casa Castillo Pie Franco son hoy grandes ejemplos del vino mediterráneo español.

Su ejemplo sirvió de inspiración para muchos otros productores, como es el caso de la bodega familiar Bodegas Cerrón en Fuente Álamo, dirigida hoy por tres hermanos, Juanjo, Lucía y Carlos Cerdán, que se han propuesto ofrecer una visión muy localista de su origen productor. Sus vinos buscan trasladar el paisaje al vino a través de elaboraciones que no oculten del todo la fuerza del terreno, pero buscando en la frescura el aliado para alcanzar el éxito. La Servil, Los Yesares o La Calera del Escaramujo son una muestra inequívoca de que en Jumilla no todo está escrito.

Foto. Carlos y Juanjo Cerdán - Bodegas Cerrón

Pasar de lo individual a lo colectivo

En todos estos trabajos vemos un nexo común, que la excelencia viene marcada por trabajos independientes y no tanto por la región donde los desarrollan. Parece claro que las regiones las construyen las personas que trabajan en ellas, pero siempre hay un punto de inflexión en el que se salta de la fama y el reconocimiento de los productores, al de la propia región, como sucedió en Priorat y el grupo de los Clos a finales de los Ochenta. Hacer grande a la zona debe ser el objetivo de los productores y eso es lo que todavía falta en zonas como Alicante y Jumilla

Alicante posee sólidos argumentos para convertirse en un emblema más de los vinos mediterráneos con sello personal. Y lo mismo le sucede a Jumilla. El problema es que aunque existen agentes que están consiguiendo prestigiar la zona, el grueso de sus productores no encuentran ni la motivación, ni las ganas de seguir esta senda de trabajo. 

Lo más llamativo es que, aunque no están dispuestos a pagar el precio de elaborar vinos de alta gama, sí que quieren pertenecer a este grupo, y se extrañan si ellos mismos no son parte de esta exclusiva élite. Mucho me temo que esto es una tendencia en muchas otras regiones productoras y no es exclusivo de nuestras protagonistas de hoy.

Monastrell, la principal aliada pero no la única

En estas dos denominaciones de origen se entremezclan y conviven fuerzas que son comunes a las dos, tanto climáticas como varietales. La más famosa y reconocibles es la monastrell, la gran dama tinta del levante español. Una uva que como la verdejo de Rueda es capaz de todo. Incluso sometida a procesos industriales de elaboración la monastrell es capaz de mantener un carácter varietal muy interesante.

Foto. Viñedo de Monastrell de más de 60 años

Junto a esta uva tan emblemática existen otras que pueden ayudar a hacer crecer el vino mediterráneo como la blanca merseguera o las tintas bobal, forcallat tinta y giró, está ultima cada vez más extendida y trabajada gracias al excelente resultado alcanzado por sus productores más icónicos. Alicante y Jumilla han emprendido un excelente trabajo en los últimos años a favor de estos vinos más silvestres y locales y vemos una creciente tendencia hacia la búsqueda de la representatividad mediterránea de sus vinos. Falta que el grueso de productores entienda las bondades de estos cambios, y se decidan a sumar en esta línea de construcción zonal, haciendo más hincapié en vinos que aporten al conjunto de cada una de sus zonas de origen.

    Escrito por Javier Luengo, director editorial de Peñín