La última cosecha del Primeurs que bebí fue la de 2018 donde cuento lo que es esta ceremonia comercial y relaciones públicas en donde los inescrutables chateaux abren las puertas de par en par durante unos días para ofrecer a los compradores de todos los confines sus tesoros de la última cosecha. Son vinos sacados de las barricas a falta de terminar su fase de crianza. Se prueba, se apunta y se compra 10 meses antes de lanzarse al mercado. Hay que tener mucho tino para calcular cómo estará el vino después de ese periodo.
No vimos muchas diferencias entre los distintos vinos más allá de las puntuaciones, un tanto puntillosas, de las catas profesionales. Un año climatológicamente muy errático con calor anormal, aunque en estos 10 años esta anormalidad deja de ser noticia. En estos tiempos para que el demonio de esta irregularidad no haga mella en la calificación de la cosecha, se pone a prueba todo un ejército de enólogos y agrónomos para extraer lo bueno de cada vendimia.
En anteriores experiencias de catar vinos “bebés”, he podido constatar que los rasgos principales de la mayoría de las marcas examinadas suelen resaltar la presencia de los tostados de la barrica, cuya intensidad se aprecia más si el vino está más hermético en esta fase de su “construcción”, teniendo en cuenta que falta la fusión de roble y vino. Los taninos y los matices herbáceos están presentes y, en general, son pocos vinos los que logran que estos rasgos aparezcan más pulidos para que el vino se valore más en esta fase.
Algunos críticos y periodistas del mundo, fieles a la cita anual, muestran cierto escepticismo al hecho de valorar y puntuar definitivamente unos vinos que todavía no están hechos. Sin embargo, cualquiera se recrearía gozoso de beber estos vinos en el estado actual para acompañar una comida de postín. Lo más curioso es que cuando hace 40 años probaba un vino primeur, entonces se llamaba vin de garde, estaba colmado de aristas, acidez y astringencia de unos taninos fundamentalmente herbáceos que hacía presagiar que al cabo de 4 años el vino necesariamente estaría mucho mejor y, por lo tanto, podría ser más fácil no equivocarse en la compra habida cuenta de las diferencias de añada entre una y otra.
En esta ocasión no llegaron a nuestra mesa de cata los Grand Cru Classé míticos, pero por la experiencia de otros años calculo que las diferencias oscilan en 3 puntos más a favor de estas joyas. En la relación abajo citada se puede ver que, como sucede otros años, Saint Emilión obtiene algún punto más debido a la mayor dulzura de la merlot que mitiga la dureza que se observa en los del Medoc.
En cuanto a los vinos dulces botritizados como Sauternes y Barsac la cosecha 2020 atravesó las mismas heterogeneidades climáticas que el resto, pero una lluvia ocasional permitió que algunas bodegas cosecharan botritis, la “enfermedad” mágica que es el factor que, en esencia, significa la silueta más visible de un sauternes y cuanto más se detecte en los sentidos más valor tendrá el vino. Otro de los secretos del sauternes es la acidez volátil que, sumado al célebre hongo, representa la silueta de los mejores vinos de la zona. Además, la utilización de la variedad semillón con más volumen y de rasgos más herbáceos y “rasposos”, es la uva perfecta para mantener un buen pulso con el dulce. Solo falta probar estos vinos al paso de los años para verlos crecer de un modo oxidoreductor que potencia el sabor y persistencia en boca. Los vinos catados de esta cosecha fueron, como casi siempre, los más puntuados porque el “colchón” del azúcar enmascara ciertos matices de una cosecha compleja a diferencia de los vinos secos que es más fácil percibir.
En la relación de las marcas catadas no hemos querido añadir las descripciones de cada una, las cuales, más o menos, se ajustan a las impresiones generales descritas más arriba. El equipo de cata de la Guía Peñín y yo apenas nos diferenciamos un punto arriba o un punto abajo dejando claro que coincidimos en que no hemos encontrado grandes diferencias con respecto a primeurs pasados. Estas son las puntuaciones de nuestro examen sensorial.
En mayo de 2008, por invitación de Lavinia París, tuve la magnífica ocasión de catar la cosecha 2005 de 45 Grand Cru Classè repartidos entre Medoc, Pesac-Leognan, Saint Emilión y Pomerol.
Castellón tuvo un importante pasado productor, pero como en muchos otros rincones de España la filoxera arrasó sus viñedos y no siempre se replantaron.
Es importante analizar la evolución de nuestra alimentación, para ser capaces de responder a la pregunta: ¿comemos mejor ahora que en el pasado?
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