Sierra de Salamanca, el viñedo puro

2 junio 2022

En España todavía existen rincones vitícolas que permanecen ajenos al avance del tiempo, uno de ellos se encuentra en la Sierra de Francia, que debe su nombre a la repoblación iniciada por Alfonso IX de León con colonos traídos en parte del país galo (gascones y borgoñones). En este rincón se encuentra la Denominación de Origen Sierra de Salamanca, un lugar alejado de los grandes núcleos urbanos y con carreteras sinuosas que ha servido para mantener casi inalterado y en estado puro la esencia del lugar. 

Hablar de esta denominación de origen es hablar de un lugar donde no se produjo la entrada de variedades extranjeras, allí el viñedo no se replantaba, a lo sumo se abandonaba por el escaso margen que dejaban estos viñedos de escarpadas pendientes y costosos laboreos. Por eso es fácil entender que la variedad más cultivada sea a día de hoy la rufete (50%), tempranillo (40%), garnacha (5%) y tan solo un 5% de variedades blancas, fundamentalmente de rufete blanco. Esta denominación de origen es de las más pequeñas de España, con apenas 120 hectáreas de viñedo en producción, una nimiedad si tenemos en cuenta que la zona llegó a registrar cerca de 3.000 hectáreas de viña en la década de los Ochenta, lo que nos muestra el dramático retroceso que ha sufrido el viñedo en este singular paisaje en tan pocos años.

Mogarraz, sede de la DOP Sierra de Salamanca

Sierra de Salamanca cuenta con todos los argumentos de una zona de interés enológico. Viñedos asentados en una diversidad de suelos, principalmente de granito y arcilla, pero también de suelos de corneana, transición de la pizarra al granito, y algunos rincones no explorados todavía de caliza. Cuenta con altitudes diversas como resultado de la confluencia de tres serranías, La Sierra de Francia, Sierras de Béjar y Quilama y también juega con diferentes orientaciones. Aunque la orientación más extendida fuese en el pasado la orientación Este, lo cierto es que cada vez más productores buscan la frescura jugando con dicha orientación, lo que les permite adaptarse mejor a los vaivenes que el cambio climático ya está generando. Todos estos factores les permite conseguir diferentes perfiles de vinos.

Los tintos, la categoría más desarrollada hoy día en el lugar, pivotan entre los vinos monovarietales de rufete y los que son mezcla de variedades. Dentro del universo rufeteño se perciben dos líneas de trabajo bien diferenciadas, las orientadas a la elaboración de vinos sutiles y silvestres, donde la crianza en barrica suele ser otro argumento más con el que trabajar y otros donde esta crianza se convierte en el argumento en sí mismo. Por suerte, son los primeros los más abundantes, y cuando decimos abundantes entenderlo por un puñadito minúsculo de vinos, teniendo en cuenta que tan solo se han valorado este año 40 referencias en total, quizá el año más voluminoso de cuantos recuerda la Guía Peñín.

¿A qué huele la Rufete?

Se trata de una uva poco conocida que sólo está presente aquí y en Arribes del Duero, pero que guarda interesantes argumentos en su interior que nos hace prever que serán cada vez más demandados. Se trata de una uva que no ofrece vinos muy alcohólicos, y que posee una rica acidez y un tanino medio, lo que la hace ideal para largos envejecimientos. Aromáticamente ofrece interesantes recuerdos a fruta roja, como la fresa, lo que acompañado de su refrescante acidez y un trabajo de poca extracción confiere unos vinos fáciles de beber, pero con la intensidad necesaria como para que no pasen por boca sin más. Posee también una tendencia a la reducción, por lo que es aconsejable airearlos con tiempo antes de degustarlos. Esta tendencia reductiva también actúa como factor limitante a la oxidación, otro argumento más para que sus productores puedan explorar más abiertamente el envejecimiento de estos vinos.


Los trabajos más finos a día de hoy en la D.O., ofrecen también interesantes matices a hierbas silvestres que convierten al vino de rufete en una suerte de vino rústico, entiendo esta rusticidad como un argumento positivo y que nos traslada a la esencia rural y vegetal del entorno, por otra parte rico y variado en cuanto a su población vegetal se refiere.

Aunque apenas cuentan con 11 bodegas, Sierra de Salamanca ha duplicado en muy pocos años el número de elaboradores, lo que nos da idea del dulce momento que atraviesa esta joven DOP que vio la luz en 2010. De todos los proyectos que allí se desarrollan hay dos que han dado un especial impulso al lugar en los últimos años. Hablamos de Cámbrico y Vinos la Zorra, bodegas que nos acercan a la genialidad de la rufete tinta, pero ahora también de la rufete blanca, una uva de la que todavía sabemos muy poco y que recientemente ha sido incorporada dentro de la D.O., tras constatar que se encontraba en su viñedo entremezclada con sus variedades tintas y que no era como inicialmente se pensaba la uva blanca verdejo.

Rufete blanca, abriendo las puertas a la elaboración de nuevos perfiles de vino

En la pasada edición de la Guía ya nos hicimos eco de un vino que abría grandes posibilidades a la zona, la rufete blanca. Fue a través de Viñas del Cámbrico Rufete Blanca 2019, uno de los nominados a vino revelación del año. La rufete era antaño, junto con la calabrés (clon local de la garnacha), y la aragonés (clon local de la tempranillo), una de las uvas tintas más plantadas en la zona, y la rufete blanco en uvas blancas hasta la filoxera, cuando se empezó a prescindir de ella debido a su baja producción. Lo más llamativo de esta variedad es su hollejo grueso y su buena acidez, lo que se traduce en vinos con mayor peso en boca y con una frescura que presumiblemente le permitirá envejecer bien. Este año ha sido el primero en que hemos podido catarla bajo el sello protector de la DO Sierra de Salamanca, pero todavía los ejemplos catados no guardan un misma interpretación sensorial. En ella hemos podido ver notas de flor blanca y también esa acidez a la que hacíamos mención. Sin embargo también nos han aparecido nuevos registros olfativos, como las notas anisadas y las hierbas silvestres, lo cual nos hace dudar todavía sobre el auténtico carácter y perfil varietal de este uva tan singular.

Pocas veces hemos visto un ascenso de una región productora tan rápido como éste. Quizá el ejemplo más claro lo tenemos en la DOP Cebreros, de la que hace poco os hablamos. Con esta denominación guarda cierta relación, pues ambas regiones deben sus suelos a los orígenes del sistema central, si bien son estribaciones diferentes. Lo más llamativo de Sierra de Salamanca respecto a Cebreros es que su mayor proximidad al atlántico hace que tengan de media precipitaciones fuera de lo común, superiores a los 1000 mm. La Sierra de Francia hace que el clima imperante en la DO sea mediterráneo subhúmedo, al retener las nubes sobre sus viñedos, frente al mediterráneo continental que podemos encontrar en Cebreros.

Los años venideros serán francamente interesantes en este pequeño rincón productor, donde la singularidad del entorno sólo da pie a la aparición de pequeños bodegueros, una oportunidad de luchar contra el abandono de los pueblos, muy marcado en la Comunidad autónoma de Castilla y León y especialmente en la provincia de Salamanca.

    Escrito por Javier Luengo, director editorial de Peñín

Las mejores garnachas de Campo de Borja

Las garnachas de Aragón poseen una identidad propia que se aleja del estilo que esta variedad posee en otros rincones de España. Despliegan una mayor fuerza y estructura, principalmente por la trascendencia que juega para muchos de sus elaboradores la crianza en barrica.

Sigue leyendo