¿Por qué es injustamente barato el Jerez? 

13 diciembre 2021

Uno de los asuntos más indelebles referidos al vino de Jerez es su bajo precio con respecto a otros vinos nacionales con semejante crianza. No me refiero a los grandes amontillados, manzanillas pasadas, palos cortados, viejos olorosos y pedro ximénez. Me refiero al fino, manzanilla, los endulzados de crianza biológica y el cream que representan en 85% de la producción ¿A qué es debido? ¿Cuándo comenzó esta injusticia?

Me ha salido del alma tratar este asunto después de revisar las intervenciones de ponentes en el pasado 9 y 10 de noviembre en el Fórum Copa Jerez donde se plasmaba una visión grata y optimista del jerez sin entrar en un tema tan delicado como la caída de las ventas (aunque con un pequeño repunte en estos dos últimos años) que viene sucediendo desde hace más de tres décadas y a pesar de los bajos precios.  Solo la intervención de Willy Pérez tocó este asunto desde su perspectiva histórica.

No quiero ser el Pepito Grillo del jerez, pero parece que algunos se olvidan de que fue este cronista -basado en las catas de la Guía Peñin desde 1990- quien dijo que la calidad media de los vinos jerezanos estaba por encima de los demás. Hoy incluso con mayor firmeza se plasma en las últimas ediciones de la Guía y es en lo que está todo el mundo de acuerdo.

Haciendo cuentas

En el año 1979 se llegó al pico máximo de producción de 150 millones de litros frente a los 50 millones de Oporto. Hoy esta famosa zona portuguesa alcanza los 100 millones de litros a una media de 4 € mientras que jerez ha descendido a los 18 millones en 2020 a un precio medio de 1 euro y pico. Hurgando en la estadística, en los años Cincuenta se exportaba el 90 por ciento de la producción con 22 millones de litros cuando el jerez en España costaba el doble que el rioja. No vale la excusa de que el descenso se deba a que ya no es una bebida de nuestro tiempo, el ejemplo del Oporto es para pensarlo.

Según los datos que recojo de diferentes listados de antiguos distribuidores de vinos, me llama la atención que en el año 1958 el fino Tío Pepe costaba 45 pesetas y un Viña Pomal riojano a 22,50 pesetas. O sea, que todavía se sentía en el Marco de Jerez lo que el Marqués de Casa-Domecq dijo en 1902, que el rango del vino jerezano no es un vino que esté al alcance de todas las fortunas y, por lo tanto, al nivel del champagne, del Rhin, Burdeos y Borgoña, según recojo del magnífico artículo de Álvaro Girón que publicó en mundovino.com hace 5 años. Esa diferencia era lo que la pura lógica de un vino tan especial tendría que producirse hoy. Es decir, un fino tendría que costar alrededor de los 20 € la botella para que estuviera a la misma altura de precios de aquel lejano año.

Precios en euros de una botella de Rioja y Jerez desde 1958


195819761984199420042021
Tío Pepe0,27€1,55€2,14€3,85€5,50€6,20€
Viña Pomal0,13€0,90€1,50€5,03€11,15€13,30€


Según el cuadro, hasta la segunda mitad de los años Ochenta un fino costaba más que un rioja de reserva de precio medio, acortándose las distancias entre estos dos vinos en comparación con 1958. A partir de la segunda mitad de la citada década es cuando el declive del jerez se hace muy patente hasta el punto de que el precio del rioja sube proporcionalmente más que el vino andaluz, rebasándolo en 1994. 

Lista de precios de vinos 1958

Algunas hipótesis

Estas podrían ser algunas de las causas del abandono de la lucha por la calidad y ceder al volumen a bajo precio.   

1.- Un vino históricamente esbozado por los comerciantes y almacenistas y no por los cosecheros a los que se les pagaban precios bajos. Estos comerciantes a la vez vendían esos vinos resignados a las exigencias de los compradores extranjeros.

2.- Recursos fáciles de abastecimiento al contar en el pasado con Huelva, Sevilla y Córdoba como proveedores de vinos.

3.- Los ingleses convirtieron el nombre Sherry en un concepto y no como un origen, lo que motivó imitaciones en Chipre, Sudáfrica y Australia y British Sherry. Este hecho reducía las posibilidades de Jerez de conquistar mercados ante tanta competencia y, por lo tanto, entrar también en esa guerra de precios.

4.- El vino de Jerez ha sido el más imitado y falsificado en la historia del vino por el excelente resultado en las mezclas: soleras-criaderas, color, dulzor y vejez.   

5.- Escaso empeño en defender los precios por calidad con un mayor valor añadido desviando recursos para construir en los años Setenta bodegas en La Rioja, invertir en otros productos alimentarios y, desde una década antes, refugiarse en la rentabilidad del brandy.  

6.- La decisión en los Setenta de competir en precio sin limitación del volumen como si fuera un vino de mesa cuando en realidad es un vino especial que, por sus características, todos deberían estar catalogados casi como vinos premium.    

Un pasado con más lógica

En 2012 escribí un artículo en mi blog bajo el título “El ocaso del jerez” cuyo contenido sigue estando de actualidad. Incluso antes, he revisado la evolución de la producción del vino de Jerez desde el siglo XVIII y compruebo que la cifra adecuada conforme al tipo de vino y sus posibilidades de consumo actual, sería la del año 1952, que fue de 20 millones de litros. Desde el año 1850, con 12 millones, hasta 1962 con 38 millones con sus vaivenes de producción, se han sucedido picos de bonanza y valles de caídas entre estas dos cifras, sometidos a veces por las políticas arancelarias de los países importadores y por la fiscalidad española de alcoholes, además de las plagas del oídio y filoxera. En todo el siglo XIX la producción era menor que la demanda, satisfecha en gran parte mezclando vinos de Sevilla, Montilla y Huelva. Es a partir de 1963 cuando las subidas se desencadenan una tras otra hasta el año 1979 cuando alcanza la cifra absurda y sideral de los 150 millones de litros inducidos, entre otros, por Rumasa que “tiró” los precios. Todos se frotaban las manos de que el éxito del jerez estaría posicionado alrededor de los 100 millones que fijaba del Plan de Restructuración del Marco de Jerez de los años Noventa del pasado siglo. En realidad, pocos se atrevieron a recapacitar que esta cifra, bastante normal para un vino de uso cotidiano como los tintos y blancos secos, jamás podría ser fruto de un consumo asegurado de una bebida, en general, dulce que, como el jerez, se “inventó” para unos momentos muy determinados del día como puede ser de tertulias sosegadas y largas sobremesas, normales en otros tiempos, pero que ya comenzaban a desaparecer a comienzos de los Ochenta. En esta década las infraestructuras bodegueras del Marco de Jerez podían acoger un volumen considerable que no se correspondía a las ventas de un vino tan especial y minoritario en vez de adecuar las dimensiones a la histórica y lógica de los 20 millones de litros de 1950.  Veinte años más tarde, en vez de defender unos precios acordes con la calidad y complejidad del vino, se optó por no bajar la producción a costa de rebajar tarifas. Una calidad reconocida en el mundo que, tanto en el siglo XVIII como en el XIX y la primera mitad del XX, llegó a contar con unos precios superiores al vino de Rioja o incluso a los burdeos de segmento medio, que ya entonces eran más caros que ahora.  

Cierta apertura a soluciones

 A ver quién es capaz de subir los precios al doble de las marcas históricas y de mayor producción como Tío Pepe, La Ina, Fino Quinta y Solear, entre otros, tal y como se vendían hasta hace 60 años comparándolas con los precios de ahora. Para paliarlo, la estrategia que sospecho se está implantando es que la salida con la moda del “fino en rama” es un pretexto para vender un fino al precio lógico que sería entre 12 y 20 euros la botella cuando en la actualidad ronda entre 4 y 7 euros. Porque un vino sin filtrar ni decolorar como son los “en rama” no creo que sea más caro de producir. Por otro lado, las nuevas bodegas establecidas en los últimos 30 años han arrancado con precios no inferiores a 10 € en los vinos de crianza biológica. Asimismo, la producción de vinos secos de mesa que tan buenas críticas están teniendo, debería ser amparada por el Consejo Regulador de Jerez como hace el Instituto del vino de Oporto y Douro con sus vinos no generosos. En vez de mirar a otro lado con los vinos blancos y tintos de la Tierra de Cádiz y “vinos de mesa” ¿Por qué no añadir una nueva categoría a los vinos no generosos tal y, como el mismo Consejo hace con la Manzanilla de Sanlúcar, el vinagre y el brandy?

 Suscribo todas las iniciativas de promoción que el Consejo Regulador está llevando a cabo en los últimos años sustentadas por la mayor calidad de todos los tiempos del jerez, esa bebida tan especial y única. Pero la poesía, gastronomía y las emociones sensoriales con los jereces de alta gama que solo alcanza al 15 por ciento de la producción, no arregla -por el momento- el contrasentido jerezano. Esperemos que a este pico de bonanza no le siga otro valle de amargura.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

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