Una lucha por devolver la vida al viñedo

10 marzo 2022

Que el desarrollo industrial está suponiendo una lacra para la sostenibilidad del planeta pocos lo discuten a día de hoy, o al menos no discuten su impacto. Ya sabemos cómo funciona, lo vimos con los primeras señales del cambio climático, señales que ignoramos y que incluso llegamos a negar, y del cual ya nos habían alertado los científicos hace mucho tiempo. Hoy ya experimentamos este cambio climático en nuestra propia piel. Vemos con estupor algunos fenómenos a los que estamos poco o nada acostumbrados. En la memoria a corto plazo tenemos recientemente las inusuales temperaturas de invierno experimentadas en la península ibérica estas pasadas navidades, fenómenos como la nevada Filomena o la inusual sequía que vivimos a día de hoy y tantas otras incidencias climáticas que han despertado la conciencia de los más escépticos a base de bofetones.

El paulatino cambio de las leyes climáticas no sólo es consecuencia del avance tecnológico e industrial, sino también y por defecto, de los trascendentes cambios en los hábitos de consumo del planeta, cuyo voraz hambre consumista es difícil de sostener a lo largo del tiempo. Los primeros en descubrir el impacto de todo esto fueron las personas más próximas al campo, pues es el campo, es decir la piel del planeta, el primero en experimentar las alergias que derivan del cambio de los acontecimientos.

Hemos visto como en los últimos años la agricultura en general y el cultivo de la vid en particular se ha esforzado por garantizar su supervivencia, ya sea huyendo del calentamiento global hacia las alturas o buscando plantas más resistentes a las sequias y al calor, fenómenos cada vez más habituales.

El florecimiento de la agricultura ecológica llegó para quedarse, aunque sólo fuese por la conciencia de muchos consumidores preocupados por la evolución de los acontecimientos. La biodinámica, la proliferación de los vinos naturales, todo son consecuencias de este gigantesco tsunami climático. Sin embargo, se trata tan solo de un primer paso. El planeta necesita más.

En su afán por ir ganando tiempo al avance del caos climático, nacen nuevas contribuciones, que aunque sean pequeñas van extendiéndose sobre la conciencia de aquellos que todavía no se han dado por aludidos. De esta forma se creó en noviembre del año pasado la Asociación de Viticultura Regenerativa, una agrupación de productores que buscan asentar un cambio total a la hora de trabajar los viñedos. Este movimiento surgió inicialmente en el sector de la ganadería (Agro Ganadería Regenerativa), como método para sostener los pastizales, sin embargo su influencia ya se ha dejado sentir en la viticultura del mundo y a partir de ahora también en la viticultura de España.

Regenerar para devolver la vida a los suelos

La idea fundamental de este movimiento es cambiar la gestión de los viñedos basándose en el ciclo del carbono, cuyas emisiones aceleran el cambio climático. Se trata fundamentalmente de captar el carbono del aire para devolverlo al suelo, donde ejerce como alimento, permitiendo así que se inicie un ciclo vital que acelera la regeneración. La agricultura convencional es responsable de que se pierdan toneladas de suelo, de hasta 1cm de suelo fértil cada 5 años. Es más, la Comisión Europea vaticina que al planeta le quedan 60 cosechas si no se cambia el sistema de producción. Así lo reconocía Francesc Font en un reciente simposio sobre agricultura regenerativa cuyas interesantes charlas se pueden escuchar a través de esta página web.

La forma de trasladar este carbono dañino del aire al suelo se consigue mediante la fotosíntesis de las plantas, por lo que es vital adentrarse en el mundo de los suelos. Esta asociación propone activar los procesos naturales y que sean éstos quienes trabajen para nosotros, con el consecuente ahorro en otros materiales que además perjudican la vida del viñedo.

La Viticultura Regenerativa pone el foco en lo que llaman las tres “M”: minerales, microbiología y materia orgánica. Estos tres elementos se retroalimentan entre sí, el mineral sirve de alimento para los microorganismos y éstos a su vez alimentan a la planta y generan materia orgánica.


A poco que nos fijemos en las viñas en alguno de nuestros viajes, podemos ver que existen diferencias importantes entre ellas. Algunas se mantienen limpias de hierbas silvestres, sin más vida que la propia vid. Por el contrario existen otros ejemplos de viñas en los que se aprecia la vida, donde conviven infinidad de plantas e insectos.

Esta cubierta vegetal es el primer paso para empezar a crear vida en el subsuelo y conseguir alcanzar el objetivo final: regenerar los suelos, frenar la erosión y fomentar la biodiversidad.

Tal y como relatan los miembros de esta asociación se trata fundamentalmente de hacer un cambio en el manejo del viñedo; pasar de la agricultura tradicional que ponía el foco en actuar ante la aparición de los primeros síntomas de posibles enfermedades, a la agricultura regenerativa que busca la solución anticipándose al problema. La clave está en entender por qué suceden estos síntomas y solucionarlos antes de que lleguen a aparecer, de forma que nos evite tratar dicha enfermedad.

Junta de la Asociación Viticultura Regenerativa

La vida del suelo como generador del cambio 

Un suelo sano aporta mucho más de lo que podemos imaginar. Por este motivo esta asociación reivindica la importancia de todo aquello que en principio no podemos ver, el subsuelo. Es importante entender qué tenemos bajo nuestros pies y descifrar las carencias de nuestros suelos. Sólo sabiendo qué le falta podemos empezar a cuidarlo, a alimentarlo de forma natural y equilibradamente, con el fin de aportar de forma natural todo lo que necesita.

Los suelos se componen de materia orgánica, el lugar donde se almacenan el agua y los nutrientes. Esta materia orgánica estructura el suelo, alimenta a los microbios y a la larga, estabiliza el comportamiento de nuestra viña, haciéndola más previsible, menos oscilante. También se hace hincapié en que no se trata única y exclusivamente de cambiar nuestros hábitos de trabajo, sino que en cierta medida esta forma de trabajo cambia a las personas y su forma de vida. La pregunta es ¿estamos dispuestos a cambiar nuestra forma de ser por el bien del planeta y de sus cultivos?

Existe la duda de si todos estos trabajo de agricultura regenerativa acabarán por repercutir positivamente en la calidad de los vinos. Según los miembros de esta joven asociación es pronto para aportar resultados, pero están convencidos de que todos estos trabajos permitirán obtener uvas más sanas, viñas más estables y todo ello repercutirá en la calidad del vino. Se presupone que los vinos de mayor calidad podrán venderse a precios más altos, y que estos precios permitirán que los viticultores vivan dignamente de su trabajo. Como pueden ver las expectativas son altas, por lo que el esfuerzo merece la pena. 

    Escrito por Javier Luengo, director editorial de Peñín