¿Debo usar un decantador en este vino?
¿Quién no se ha preguntado en un momento dado si debe o no pasar un vino por un decantador?
El vino es de las pocas bebidas que pueden verse afectadas en función de cómo sea el clima de cada año. Pero ¿es realmente importante?, ¿se puede generalizar?, ¿debemos desechar los vinos de añadas malas y buscar solo las buenas o excelentes?
El año en que se vendimian las uvas es un dato tan importante que los productores se afanan por explicar las cualidades de cada una de ellas. Años especialmente frescos, con maduraciones lentas y sin incidencias reseñables, años muy soleados y también con unas buenas reservas de agua, años secos, años con golpes de calor, con noches cálidas que impiden que la planta repose…..todo afecta a la uva y, por ende, a la calidad final del vino, pero lamentamos decirles que no siempre es decisiva.
Vamos a observar la descripción que realiza una de las denominaciones de origen más reconocidas de España, Rioja. Tal y como nos describe la famosa D.O. Calificada en su página web “el Consejo Regulador de Rioja se basa en los resultados del análisis químico y organoléptico de las muestras tomadas directamente en todas las bodegas elaboradoras. Esta valoración oficial de la añada se realiza sobre los vinos recién elaborados, por lo que debe ser completada con referencias a su evolución en los vinos sometidos a proceso de crianza”. Quizá no les aclare demasiado. Normal, no hemos podido localizar una tabla de valoración que “matemáticamente” indique cuándo una añada es excelente, buena o regular. Por otra parte, esta cosecha “regular” rara vez llega a muchas denominaciones de origen, por lo que no sería raro que nos preguntemos si es que realmente no hay ningún año regular en el mundo del vino y, ya no digamos, malo.
Con todo, somos humanos y, por tanto, capaces de entender lo traumática que debe ser una valoración negativa de una cosecha para todas las familias del vino que conviven dentro de cada denominación de origen. En defensa de estas calificaciones globales de una determinada cosecha podemos decir que la tecnología en el mundo del vino ha permitido elaborar buen vino incluso en años malos, por lo que no es descabellado pensar que las métricas analíticas pueden lanzar los mínimos indispensables para una valoración óptima con relativa facilidad. La industrialización de muchas bodegas, especialmente las de mayor producción, y los mínimos controles que a lo largo del año realizan muchos consejos reguladores, permite que los vinos lleguen a estos estándares de calidad mínimos.
A cualquier viticultor que se le pregunte dirá que la valoración global de una añada es delicada e incluso desaconsejable. Lamentablemente el consumidor no puede estar al día de toda la actualidad y, además, también de la relativa al año climático en el vino.
Las cosechas nos han de dar pistas del estilo del vino, una vez conocemos el estilo de cada uno de los productores que incluimos en nuestra cesta de la compra. El año de cada botella nos puede dar pistas de si el vino es sensiblemente más maduro, sensiblemente más alcohólico, si su fruta es más fresca o más madura, si prima el carácter herbal en sus aromas, si se espera una acidez refrescante o si, por contra, el vino tenderá a ser más voluminoso, goloso y estructurado como fruto de un exceso de alcohol e insolación.
Los fanáticos del vino se derriten ante años frescos. Un añada fresca supone que el vino puede tener un sin fin de cualidades que permitirán que pueda ser grande. Primero acidez, que es el ingrediente fundamental, no sólo para que el vino envejezca mejor, sino también porque esta acidez es la columna vertebral de un vino, que permite sostener el resto de atributos. Más allá de la acidez, el vino potencialmente podrá tener menos alcohol en años más frescos, y su fruta tenderá ser más ácida en lugar de dulce o golosa. Por contra, un año muy cálido nos hará pensar que el vino podrá ofrecernos una fruta más madura, un mayor nivel de alcohol y una acidez menos tirante. A grandes rasgos, estos simples indicativos de año fresco o cálido también nos servirá para predecir si un vino tiene mayor o menor capacidad de envejecimiento. Si debemos consumirlo más pronto o más tarde.
La cosecha en un vino es la lectura que cada bodeguero y viticultor hace de un año, es un pedacito de tiempo embotellado, el resumen de un ciclo vegetativo. Por este motivo, no hay un vino igual a otro. Sí parecidos, pero afortunadamente nunca iguales. Las bodegas más prestigiosas guardan un histórico de sus vinos para conocer mejor el impacto de sus vinos en el tiempo, conocedores como son de cada circunstancia climática en cada una de sus añadas. Lo guardan también porque este histórico de cosechas no deja de ser una biografía ecológica de cada familia productora, de cada bodega.
Se dice que en añadas buenas, todo el mundo es capaz de hacer un vino correcto, y que las añadas complicadas son aquellas que permiten al buen elaborador lucirse, porque requiere de un mayor ingenio y precisión para sacar el mejor vino posible.
Les invitamos a que profundicen un poco más en el concepto “añada” a la hora de consumir un vino, pero no lo hagan con el afán de encontrar la mejor valorada, sino con el espíritu de conocer el impacto que un determinado año tiene en el estilo de un vino que ya conocen.
¿Quién no se ha preguntado en un momento dado si debe o no pasar un vino por un decantador?
El concepto de “tomar café” ha evolucionado mucho hasta nuestros días y mucho más en España donde cada vez hay más conocedores y mejores sitios para disfrutar de esta bebida en plenitud.
José Peñín nos cita su historia personal con Jumilla cuando su excelente granel era el reclamo principal por encima de los tímidos comienzos del vino embotellado.