Jerez vuelve a dar la nota en la Guía Peñín: los supervinos del Marco 

18 febrero 2020

Suena el silbato que da comienzo a una nueva edición de la Guía Peñín, con la que llegamos a la número 31 de nuestra historia. Desde hoy ya pueden empezar a consultar online las primeras valoraciones de la Guía 2021, a la que se irán añadiendo nuevas catas a medida que visitemos las diferentes zonas de producción de España. En esta nueva edición arrancamos el año con las catas de más de 270 vinos, fundamentalmente de la D.O. Jerez y la D.O. Manzanilla de Sanlúcar, además de algunos otros vinos que recientemente han pasado por nuestra mesa de cata.

Aunque tenemos todavía reciente la publicación la Guía Peñín 2020, actualmente en todas las librerías, no nos podemos permitir el lujo de parar y ya estamos trabajando en la siguiente, y es que como dijo Freddie Mercury, “the show must go on”.

La temporada de Catas de la Guía Peñín arranca todos los años en enero por las Denominaciones de Origen Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda y Jerez, por ser zonas productoras menos expuestas a las elaboraciones de vinos jóvenes de la última cosecha, hoy ya 2019.

Más allá de las impresiones globales de los vinos, que ya publicamos tras la cata, queremos destacar en este post la excelente representación de los vinos históricos del Marco, con nada menos que 60 vinos de podio (95 puntos en adelante), y un vino con la máxima puntuación Guía Peñín hasta la fecha, 99 puntos.

Se trata de un amontillado viejísimo, de gran contundencia y sapidez. Un vino que pone a prueba al consumidor, mostrándole toda la fuerza de un  amontillado viejísimo. Conde de Aldama Amontillado “Bota No” es el vino con mayor crianza que conserva Bodegas Yuste, procedente de las soleras del Conde De Aldama iniciadas con la compra de Aguilar y Cia en 1740. Se trata de una única Bota, de la cual se embotellan un máximo de 20 botellas al año y siempre por encargo, a un precio tan asequible como 1.200 euros.

Bodegas Tradición es una pequeña casa jerezana especializada en vinos con vejez. Esta casa no comercializa ningún vino por debajo de los 20 años de crianza, y siempre con el sello V.O.S o V.O.R.S., que lo certifica. Lo cierto es que sus vinos se caracterizan por mostrar el paso del tiempo con control y finura. Así lo hemos podido comprobar en el Amontillado VORS, que recoge con gran precisión la personalidad de un amontillado viejo, pero domando todo su nervio, hasta conseguir un vino que encierra sutileza y elegancia. Aún teniendo fuerza, no se trata de un caballo desbocado, y por eso su consumo es sumamente placentero.

Si buceamos por la categoría de vinos olorosos y sus crianzas oxidativas, hemos de pararnos un segundo en dos vinos que nos han generado un profundo impacto. La primera joya es el Oloroso VORS de Bodegas Tradición (98 puntos). Este oloroso, es la expresión de elegancia y tiempo, siendo quizá de los de menor vejez entre los mejor puntuados, pero sublime en cuanto equilibrio y sutilidad, siempre teniendo en cuenta que hablamos de vinos oxidativos con caracteres muy marcados, claro. 

Jesús Barquín y Eduardo Ojeda, nos han dejado nuevamente mudos, esta vez con La Bota 94 de Oloroso «Más allá del NO» (98 puntos), un vino que proviene de una sola bota de oloroso viejísimo, marcada en tiza con un “NO” por su particular calidad, manteniéndolas al margen de las periódicas sacas y rociados que caracterizan el sistema de soleras y criaderas. Se trata de un vino como ellos mismos dicen “límite”, de extrema concentración, más allá del NO, pero también de una complejidad extrema. Uno tarda en asimilar la trascendencia de estos vinos en un primer impacto, pero a medida de reflexionamos sobre su contenido, aroma y sabor, nos damos cuenta de todo lo que subyace en su interior.

La bodega Manuel Aragón, un vivo ejemplo del absurdo de la tradición de mantener operativa la diferenciación entre el área de producción y el área de crianza, nos ha dejado otro supervino, Manuel Aragón Oloroso Seco (98 puntos). Esta bodega de Chiclana ha de conformarse con un etiquetado especial, en el que no se incluye el sello de la D.O. Jerez, por no criar sus vinos dentro de la zona de crianza, reservada exclusivamente a los términos municipales de Jerez, El Puerto de Santa María o Sanlúcar de Barrameda. Conviende aclarar que existe una excepción: Chiclana sí puede, al igual que Chipiona, criar vinos pero solo en caso de que sean de Moscatel, en tal caso sí que cuentan con la bendición del sello de la D.O. Con todo, su oloroso Manuel Aragón es un portento de vejez e intensidad de gran intensidad, otro gran ejemplo del efecto del paso de tiempo en una bota grande, de las que marcan por su vitalidad y expresión.

Hay que reconocerle a González Byass que el lanzamiento de esta línea de “palmas”, Primera Palma, Segunda, Tercera y Cuarta, fue todo un acierto, pues muestra a la perfección la carrera vital de un fino hacia su estado de amontillado. Este Cuatro Palmas, el final de la carrera, es un amontillado pleno, muy aromático, con nervio y tensión, de los que no te dejan indiferente. Lo tiene todo, es punzante, ligeramente salino, rico en frutos secos, barnices y con un fondo a criadera que lo hace delicioso. En boca es revoltoso, se aprecia su frescura de antaño que se entrelaza con finura con el amargor característico de esta tipología de vinos. Posee el concepto de tiempo encerrado tanto en su aroma como en su sabor y no abruma con su potencia al consumidor.

La vejez en los pedro ximénez parece no hacer mella en sus cualidades, al menos en los criados con mimo y cuidado, y este es uno de los mejores ejemplos que hemos encontrado este año. Osborne nos ha traído un Rare Sherry que supera con creces los 30 años necesarios para ostentar el sello de VORS, quizá no hayan querido incluirlo por no desmerecer el resto de años de envejecimiento medio del vino. Sea lo que fuere, el vino es superior, muy elegante y profundo, con un marcado acento de fruta al licor y lógicamente su fondo de fruta pasificada. En él, el consumidor encontrará notas de incienso y de vejez, que podrían recordarle al aroma de una antigua iglesia. La boca viene acompañada de una rica acidez, imprescindible para poder disfrutar en condiciones de un dulce sin morir en el intento. Se trata de una obra de arte, para tomarla muy en serio, y meditar en su consumo.

Tradición lo ha vuelto a hacer, y también nos ha dado un revés sensorial con su Pedro Ximénez VOS fino, con toda la cremosidad de los pedro ximénez, con un aroma concentrado a pasas, a regaliz, hierbas de monte y frutos secos. La boca es golosa, pero equilibrada por una buena acidez que sostiene todo el caramelo que subyace en su interior. Un vino de los de sobremesa larga y una buena conversación.

El buscador de vinos Antonio Barbadillo nos ha traído este Saca Única 1, un palo cortado limpio, fiel a lo que se entiende por esta tipología, amontillada nariz y boca de oloroso. Es un vino muy complejo, con ricos matices de acetaldehídos, frutos secos y una boca donde quedan bien patentes los matices de solera. Es largo, especiado, redondo y con un final ligeramente salino.

Dentro de los Finos y Manzanillas de Sanlúcar (50 referencias), ambos secos y de crianza biológica, el equipo de cata ha destacado tres estilos distintos, determinados por una menor o mayor incidencia de la crianza: vinos de un carácter más joven y frutal, con una presencia sutil de la crianza biológica; vinos más clásicos, donde el velo tiene un mayor protagonismo, marcados por los punzantes aromas del velo de flor, con notas de levadura, manzana verde y especias; y, por último, vinos cuya vejez ha atenuado la intensidad del velo, con notas tostadas y de frutos secos que amplían su complejidad, en su oxidativo camino hacia el amontillado. Estos dos últimos estilos trajeron las puntuaciones más altas de sus tipologías.

El podio de los vinos finos de Jerez

En Jerez, los vinos Finos mejor valorados, ahondan sus raíces en este concepto de fino oxidativo y también en muchos casos sin filtrar, con la idea de embotellar lo más fielmente posible el vino que se encuentra dentro de las botas.

Un fino pasado, en su excelente transición hacia el amontillado, complejo y representativo. Se trata de un vino de boca sabrosa, la antítesis del fino tradicional, con la decadencia de la flor bien presente, mostrando arrogante toda su singularidad y estilo.

Un fino castigado a no llevar el sello de la DO en su contra por no elaborarse en la zona de crianza. Con todo, es un grandísimo representante de los vinos biológicos, complejo, punzante, muy salino y con finura. Su boca es muy larga y representa con fidelidad el ambiente marítimo de Chiclana de donde procede.

Excelente fino de larga crianza bajo velo de flor. Su nariz posee una gran variedad de matices, con recuerdos a flores secas como la camomila y refleja con franqueza el carácter albarizo de los suelos de donde provienen sus uvas de palomino. Se trata de un vino salino y muy calizo, con recuerdos a tiza. La boca es muy sápida y larga.

El segundo de los cuatro vinos que representan las edades del fino Tío Pepe, una genialidad de su maestro elaborador Antonio FLores, que nos trae un fino de larga crianza, de portentoso sabor y equilibrio, un fino que nos traslada a la línea de los finos más serios del Marco. 

Un fino castigado a no llevar el sello de la DO en su contra por no elaborarse en la zona de crianza. Con todo, es un grandísimo representante de los vinos biológicos, complejo, punzante, muy salino y con finura. Su boca es muy larga y representa con fidelidad el ambiente marítimo de Chiclana de donde procede.

El podio de las manzanillas de Sanlúcar de Barrameda

Mucho hemos hablado de Jerez y muy poco de Manzanilla, responsable del mayor consumo de vinos de crianza biológica en España. Manzanilla es para el mercado español, lo que fino para el exterior; el primero se queda mayoritariamente entre nuestras fronteras y el segundo las traspasa. El ambiente marítimo de Sanlúcar de Barrameda le da al vino un carácter más salino y punzante que la de su vecina Jerez, y eso que apenas les separan 20 kilómetros de distancia. En esta nueva y última sesión  de cata con los vinos de esta pequeña denominación de origen pudimos deleitarnos con grandísimos vinos, entre los que destacamos los siguientes:

La bodega nos ofrece en esta marca la opción de disfrutar del vino en función de su saca, momento en que se ha embotellado. Así es como esta manzanilla podemos encontrarla en su saca de primavera, verano, otoño e invierno, cada una con sus propias peculiaridades organolépticas.

Nos encontramos con una manzanilla de crianza media, muy disfrutona y fácilmente asimilable para el amante de los vinos biológicos del sur. El velo aquí no es lo más importante, aporta lo justo para dejar que el vino muestre mucho más. Que no engañe el concepto de crianza media, se trata de un vino excelente y de gran complejidad, solo que a uno en lugar de invadirle la introspección, le da por compartirlo y comentarlo con los demás. El precio nos parece irrisorio (6 euros) para el producto que contiene en su interior.

Una manzanilla creada con un fin divulgativo. Se trata de una producción de dos manzanillas, una bautizada como Arboledilla Poniente y la otra esta Arboledilla Levante. Un divertido  juego organoléptico en el que podemos ver la influencia de la flor en función de la disposición de la bota dentro de la nave de crianza. Aún siendo el mismo vino en la botella de Levante y Poniente, su crianza desarrolla vinos con marcadas diferencias. Personalmente nos ha gustado más la Manzanilla pasada Levante, donde se aprecia un mayor volumen y contundencia. Aun siendo el mismo vino, hemos encontrado dos puntos de diferencia entre esta manzanilla levante y su hermana poniente.  

    Escrito por Redacción