La prehistoria española del enoturismo

8 July 2024

En mis primeras correrías vitivinícolas allá por los años 70, jamás pude imaginar que unos lugares de trabajo, como son las bodegas, pudieran convertirse en objetos turísticos. Es posible que en aquellos años el escenario fuera poco vistoso. Hoy, en cambio, el enoturismo se ha convertido en la más segura fuente de ingresos de una bodega.

¿Cuándo empezó este asunto? Se puede decir que el primer turista del vino fue el escocés James Busby, que en el primer tercio del siglo XIX recorrió las bodegas y viñas jerezanas, no precisamente para entretenerse, sino para copiar su viticultura y llevarla a Australia donde residía. Los viajeros románticos, tanto ingleses como franceses, que cabalgaron por nuestra geografía en aquellos años fueron trotamundos y no turistas, pero gracias a ellos conocimos algunas costumbres de la agricultura nuestra. Otro viajero que me viene a la memoria es el escritor español Joaquín Belda, que visitó las principales bodegas españolas en 1927 y cuyas experiencias reflejó en su libro Vinos de España.

En mi primer viaje vinatero a Burdeos en 1976, vi que no era corriente recibir visitantes no profesionales en los grandes châteaux, ni tampoco se permitía venderles vino debido al contrato con los negociantes portuarios de Burdeos, quienes lo impedían. Si acaso, las pequeñas bodegas de las zonas más modestas de la orilla derecha del Garona, (Côtes de Bourg, Côtes de Blaye, etc.,) vendían a pie de bodega a particulares que llenaban el maletero con las cajas de botellas, pero sin el ánimo de visitar el château. Estas ventas suponían el 80 por ciento de su facturación.

Mis comienzos enoturísticos

Un año más tarde, organicé los que posiblemente serían los primeros viajes enoturísticos de este país con los socios de CLUVE, un club de vinos que fundé en 1975. En Burdeos llegamos a visitar y almorzar, como algo excepcional, los Grand Cru Classè de Burdeos a través de contactos influyentes y por ser un grupo de españoles sensible a la cultura del vino. En Borgoña, la expedición española salió en la prensa local como el primer grupo de aficionados españoles que visitaba aquellas tierras. Todavía no estábamos en el primer mundo.

En aquellos años, visitar bodegas en España solo estaba reservado a los distribuidores e importadores. En cuanto a los no profesionales, algunas peñas gastronómicas vascas visitaban las bodegas riojanas como escenario para sus comilonas armonizadas con los vinos de la casa. Sin embargo, en virtud de mi experiencia yendo a las bodegas, organicé para los socios del club viajes a las zonas señeras de entonces: Rioja y Vega Sicilia. La primera visita fue a Muga en febrero de 1978, con Isaac Muga de anfitrión, gozando con las cosechas 1973 y 1970. En otros viajes fuimos a Vega Sicilia, cuando el mito era más misterioso e inalcanzable gracias a la amistad con Jesús Anadón, el patrón entonces de esta firma castellana.

La mayor sorpresa que me llevé cuando visité Napa Valley en 1984, fue ver llegar a las bodegas un gran número de autobuses abarrotados de turistas visitando las instalaciones. Me daba vergüenza ajena pensar que, a falta de la riqueza monumental de Europa, los americanos tuvieran las “winery” californianas como sustancia museística. Algo similar me ocurrió en Sudáfrica en aquellos años, cuando algunas bodegas disponían de barbacoas, restaurantes, parque infantil, e incluso algún teatro al aire libre para conciertos. Todo ello como negocio para llenar de cajas los maleteros de los automóviles de los turistas.


España ya es una potencia en enoturismo

Las primeras experiencias españolas en la recepción ociosa en bodega hay que atribuírselas a los jerezanos. Recuerdo visitar González Byass en 1981 y ser recibido por Mauricio González-Gordon padre, en una especie de taberna instalada en una parte de la bodega adornada con unas mesitas con mantel de cuadros y sillas de enea. Estas firmas han contado desde hace mucho tiempo con un lugar ocioso en donde se podían degustar los vinos, acompañándolos con frutos secos y jamón ibérico. Era un espacio para los profesionales, importadores y periodistas invitados, bien colectivamente por el Consejo Regulador o por los propietarios de la bodega. El público no tenía acceso y el espacio se convertía en un coto cerrado de intercambios comerciales o de relaciones públicas con la prensa.

Primeras tentativas profesionales

Cuando el término enoturismo no existía a comienzos de los noventa, recibí una propuesta de una empresa americana especializada en turismo enológico para mantener una correspondencia turística entre Burdeos y Rioja, con un proyecto muy ambicioso debido a que en Burdeos comenzaba a generarse una cierta actividad enoturística con visitantes americanos, y poder aprovechar el viaje para visitar La Rioja.

El fracaso fue rotundo ya que, después las primeras gestiones que hicimos cerca de los consejos reguladores de las denominaciones de origen, no estaban receptivas hacia este empeño.  Esta iniciativa chocó hasta entonces con la escasa apetencia por parte del sector bodeguero por rehabilitar las instalaciones para crear escenarios de ocio compatibles con la actividad laboral. Nadie estaba dispuesto a abrir los sábados, y menos los domingos, ya que por un lado los propietarios no concebían abrir un fin de semana y tampoco tenían fe en que unos profesionales de la venta y atención a clientes tuvieran una capacidad de difusión y de conocimiento de los vinos. La figura del enólogo como cicerone de las visitas de periodistas y profesionales del sector no podía mancillarse con la actividad de difundir el vino con un lenguaje de la calle.

Nuestra experiencia como país hegemónico turístico ha servido para que este turismo de la viña y bodega calara más rápido, aprovechando un interés por el turismo interior que comenzaba a aflorar en los años 90 con los primeros hoteles rurales. Pocos se podían imaginar que el viajero abandonara el paradigma del turismo de playa y urbano. En los últimos 20 años se crearon rutas del vino, algunas verdaderamente ingenuas, proyectando en el cliente una imagen idílica de que las bodegas les recibirían con los brazos abiertos. Y, como siempre, comenzamos tarde pero rápidamente nos ponemos en las primeras filas

España ya es una potencia en enoturismo. 

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    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.