Siempre hemos defendido la importancia y la determinación del método en los vinos del Marco. Métodos de elaboración tradicional, un legado cultural inmenso y apasionante, que marca de manera indeleble el estilo de los vinos de este rincón de España. Sin embargo no es el único agente modelador. Los suelos también son una parte importante, y su impronta se va notando cada vez más en aquellos vinos en los que no se abusa del método y los matices que éste aporta. Es ahí donde un catador puede ver más claramente la influencia del suelo y de sus múltiples tipologías, a través de texturas más granulosas, envolventes, verticales u horizontales. Sin embargo, es imprescindible que el método sea controlado de tal forma que no empañe esta visión que está ahí, aunque a veces no la podemos ver.
Hablamos de crianzas dinámicas, mezclas de cosechas, de crianzas biológicas y oxidativas, que pasan por el tamiz de la escala de botas para terminar de encontrar un producto “homogéneo” en cuanto al estilo de la casa, y grande como él solo en cuanto a su capacidad de hablarnos del tiempo.
Su éxito se basa en el diálogo que el vino mantiene con el tiempo, en una relación imperecedera, expresiva y muy compleja.
Así es como podemos ver como la solera que cada año embotella determinada bodega, y que es alimentada regularmente, vuelve a brillar con luz propia en cada nueva cata de la Guía Peñín. ¿Cuál será el límite de estos vinos?