Se infiel, pero mira con quién

15 diciembre 2022

Hubo una época en la que el consumidor español era una persona casi predecible. Entregaba su amor por el vino de forma incondicional a unos pocos afortunados. Aquella época de ayer hoy nos parece antigua, como volver a ver una vieja película de ciencia ficción. Por el contrario, el escenario actual nos recuerda a la vieja comedia de enredo de Fernando Trueba, “Sé Infiel y no mires con quién”, aunque aquí sí, conviene fijarse bien con quién lo somos y además, procurar no dejar de lado a nuestras parejas de siempre, que por algo lo son. 

Hay pocos sectores tan dados a la infidelidad como le sucede al vino. Eso de mantenerte fiel a tu pareja vínica hoy no se lleva tanto. El poliamor vínico ha venido para quedarse. Un hecho que entraña ciertos riesgos para las casas de toda la vida, pero que también supone una oportunidad para los recién llegados.  Aunque nuestros padres se centraban en un puñado de vinos que conocían a la perfección y que vinculaban directamente al summum de la calidad, los nuevos consumidores no conservan ese compromiso con determinadas marcas y, cuando lo hacen, su paso de nuevo por la misma marca se da cada mucho más tiempo. Hay varios acontecimientos que han permitido que esto sea así.

Abrumadora oferta de vinos

El más evidente es la abrumadora oferta que hoy existe en este sector. Nos encontramos en uno de los momentos de mayor diversidad de vinos Made in Spain, y no sólo eso, sino también en el momento en que mayor calidad media se da en estos embotellados patrios. En los últimos diez años, hemos vivido un vuelco importante en los vinos españoles, como os hemos ido contando a través de la Guía Peñín. La mejora generalizada viene en gran medida por la mirada hacia el campo y a la mayor sensibilidad ecológica hacia los métodos de producción en viña. Lo que empezó siendo una moda, empujada por la mayor sensibilidad ecológica fuera de nuestro país, ha acabado por cuajar y desarrollarse, hasta tal punto que se ha convertido en una mejor gestión de los suelos, de los procesos de la vid y, por ende, en una mejor materia prima. En resumen, mejores vinos. 

Además, en buen número de casos, estos procesos se han interiorizado y asimilado como una forma de vida y una filosofía, lo que permite que siga creciendo, haciéndose cada vez más efectivo y profesional.

Microproyectos familiares

Otro rasgo a tener en cuenta ha sido el boom productor que en España han generado familias que se han adentrado en el mundo del vino con el fin de buscar un modo de vida sostenible. Estos proyectos, aunque pequeños, han germinado con gran fuerza y determinación. Muchas de estas iniciativas vienen con la juventud bajo el brazo, lo que en ocasiones se traduce en vinos más subversivos, rupturistas e impactantes, acompañados de imágenes mucho más modernas y coloridas. Al ser pequeños proyectos, los aficionados han de estar bien atentos si quieren conseguir algunas de esas botellas, ya que vuelan con relativa facilidad.

Bodegas con catálogos de más de 15  referencias

Las bodegas de toda la vida también han ido incorporando nuevas elaboraciones a su porfolio, pues nadie quiere quedarse fuera de los nuevos estilos y tendencias que están llegando a los consumidores. Estas bodegas creen necesario aportar novedades cada año, por lo que su oferta acaba siendo extremadamente amplia. Tanto que acaban por diluir el estilo de la casa. Tarde o temprano se verán en la necesidad de tener que acotar su porfolio para centrarse únicamente en su mayor fuerza: su tradición e historia elaboradora.

Las redes sociales, un escaparate para la infidelidad

Las redes sociales son también en parte responsables de la falta de fidelidad en torno a una marca y bodega. Ya no eres nadie si no “comunicas” un nuevo vino en tus plataformas digitales como Instagram. Infinidad de jóvenes 'wineloveristas' nos bombardean con nuevas marcas, cada cual más original y desconocida, con el fin de deslumbrarnos ante la amplitud de miras del consumidor que lo protagoniza. Ya no eres nadie si no pruebas lo último de lo último o una elaboración tan ancestral que ni nuestros ancestros tenían acceso a ella. 


Lo cierto es que, sea como fuere, la infidelidad en el mundo del vino es extremadamente divertida, aunque también muy peligrosa. Nunca antes fue tan entretenido adentrarse en el mundo del vino local. A las variedades existentes y redescubiertas, los climas y los suelos, se suman las diferentes formas de interpretar y relacionarse con el vino del mundo.

Lo vimos con el mundo de los vinos naturales y también con los vinos infusión, donde todo está de forma sutil y ligera, unos vinos que sin duda vuelan en tanto que pueden no llegar a saciar del todo nuestros paladares. El peligro viene para las casas históricas cuando no saben si reaccionar a este exceso de oferta sumándose, como si ellos tuvieran que competir en esta liga. Cuando en realidad deberían seguir centrados en mantener la perfección y la historia de sus elaboraciones, un valor en el que tarde o temprano acabarán refugiándose los consumidores más maduros.

Añadas viejas

Otra forma de consumir los vinos españoles es acudir a añadas muy viejas. En este caso, es irremediable recurrir a las casas de toda la vida, pues son las únicas que nos pueden brindar este delicioso placer de saborear el tiempo. En los últimos años, hemos vuelto a rescatar viejas botellas olvidadas en nuestra bodega o a buscarlas directamente en internet, porque poco puede dar más placer para el amante del vino que publicar una foto con una añada tan poco accesible. Por suerte este fenómeno está empujando a algunos productores a confeccionar los vinos bajo el ideario del envejecimiento, lo que nos permitirá acceder a vinos soberbios y de bastante antigüedad en los años venideros.

Así pues la infidelidad ha venido para quedarse con nosotros. Con tan  amplia oferta, hoy más que nunca, se hace necesaria la prescripción. Y cómo no, para eso está la Guía Peñín, una de las más decanas del vino español. Aunque es bueno que de vez en cuando se liberen de las ataduras marquistas y den rienda suelta a sus instintos vínicos, conviene no dejar de lado a los de siempre, pues por algo han sido capaces de permanecer a lo largo de los años.

    Escrito por Javier Luengo, director editorial de Peñín

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