Los cimientos de la Guía Peñin se construyeron sobre la primera agencia de comunicación del vino que se creó en España en 1985 bajo el nombre de PR Comunicación que más tarde las iniciales se convirtieron en Pi Erre Comunicación Integral como nombre de la empresa que firma en la actualidad, hoy más especializada en la edición de la Guía y en eventos de promoción del vino español bajo el título www.guiapenin.wine
En aquella década, se daban los primeros aldabonazos en la comunicación empresarial, que comenzaba a aparecer en otros gremios más dinámicos y se entremezclaba con elementos publicitarios. Las iniciativas por parte de las bodegas para dar a conocer a la prensa sus productos, se regían por el contacto puntual con algún periodista “free lance”, trabajando a horas sueltas, con un poder mayor o menor de prescripción, una buena agenda de congéneres del sector gastronómico y centradas en presentaciones puntuales en un restaurante o en llevar a periodistas a las bodegas.
La comunicación vinícola en los ochenta
Por mi actividad periodística, me resultaba estridente que tuviera que iniciarme en esta actividad antagónica y más, escribiendo sobre el propio sector del vino. Me venía a la cabeza la célebre frase de Julio César a su mujer Pompeya referida a la honestidad que, además de serlo, debía parecerlo. En mi caso, me atreví a ser honesto, aunque no lo pareciera a primera vista.
En aquel año, la gestión de la comunicación empresarial era una actividad artesanal aplicada a la influencia personal de un periodista. Lo único que se empleaba para promocionar un producto era la pura publicidad en los medios. En mi caso, alguna bodega me reclamó para organizar una convocatoria de prensa con objeto de lanzar algún vino. Pensé que, dada mi situación, lo más conveniente era establecer un formato empresarial, repartiendo el trabajo y la responsabilidad en manos de un equipo evidentemente de periodistas con la misma estructura de una agencia de publicidad.
Mi objetivo era evitar ser simplemente una correa de transmisión de la información dada por las bodegas, como hoy gran número de estas empresas y francotiradores suelen hacer. Me interesaba más proyectar una imagen veraz, atractiva, real de la bodega, con un lenguaje obviamente periodístico, alejada de los eslóganes publicitarios. Tomar una actitud activa y no pasiva y ser capaz de rebuscar en cada una de ellas cuáles eran los elementos comunicacionales que ni ellos mismos podían encontrar en su propio negocio. Saber de sus vinos más que ellos, transmitir la singularidad del territorio, del viñedo, el conocimiento y el asesoramiento sensorial, midiendo el momento oportuno para su lanzamiento, el paisaje humano, historia, concepto familiar. Todos sabemos que un periodista con sagacidad y el conocimiento del mensaje informativo, además de la curiosidad por los pequeños detalles, es capaz de escrutar en el alma de estos negocios los elementos dignos de ser aceptados por los lectores, sin entrar en medias mentiras ni exageración. Confiaba en que los hechos, con el tiempo, pondrían las cosas en su sitio, como así fue. En pocos años nos convertimos en la agencia con mayor número de clientes del sector del vino, prácticamente la más importante de nuestro país, con la rareza de conciliar esta actividad con la crítica periodística, que pude desempeñar sin ningún problema.