No sé cuáles eran las condiciones del resto del Jurado, teniendo en cuenta que el mensaje se dirigía principalmente a un colectivo poco afín al vino, desde la adolescencia hasta los treinta y tantos años. Para mí las premisas para puntuar, no eran tanto la didáctica del vino como una buena técnica de montaje digital, el estilismo, nitidez de imagen, el lenguaje corporal, la seguridad en la voz, desenvoltura, ciertas dosis de humor y, sobre todo, transmitir que no son solo promotores de las marcas, sino un gozador de lo que cuenta, de lo bien que se lo está pasando para contagiar al seguidor, que le imite y le entretenga. Es muy importante que el protagonista sea él con la capacidad de seducción para trasladarle a la botella. He valorado más al comunicador que pisa la viña y la bodega y cuenta lo que ve hablando con los bodegueros más que la simple entrevista o trabajar desde una mesa en casa llena de botellas.
Repasando las redes sociales de los nominados, sus discursos eran superficiales, como no podía ser de otra forma, aunque correctos en su gran mayoría, tal y como demandan los seguidores de las redes sociales. Los había peores y mejores como pasa en el periodismo especializado, sumilleres y embassadors. Hay bastante postureo, perfiles que parecían ser informantes del departamento de comunicación de las bodegas y videos sin aportar siquiera una voz en off, como los de tantos que pueblan las webs de estas empresas.