El comercio secreto del vino español
José Peñín nos habla de aquel comercio secreto que había entre bodegas y zonas productoras extendido desde finales del siglo XIX.
Un ejemplo de cómo se puede visualizar el clima zonal es cuando se contempla el deshielo de una nevada, que no es igual dependiendo de la altitud y de la orientación del terreno. Los ejemplos más fáciles son la permanencia del manto blanco en laderas orientadas al norte. Sin embargo, en zonas con terrenos más sueltos o protegidos de las brisas del norte y noroeste, el deshielo es más rápido. Si lo trasladamos a la influencia en el viñedo, podríamos encontrarnos con vinos diferentes según dónde se ubiquen las cepas.
He aquí los cuatro microclimas principales que pueden afectar al viñedo español.
El microclima de sierra es el que afecta a los viñedos protegidos por áreas boscosas y en terrenos desiguales, generalmente agrestes y con orientaciones distintas. Las maduraciones de las uvas son diferentes, ya que en una viña el sol no da uniformemente, ni las orientaciones de la ladera son iguales: una ladera puede estar orientada al sur, otra al norte, otra al oeste… Aunque se puede hablar de pequeños microclimas dentro del microclima, en el conjunto hay un punto en común, que es la zona protegida. Ejemplos de microclima de sierra serían San Martín de Valdeiglesias, Sierra de Francia en Salamanca, Cebreros y Priorato.
La orografía y el retrato de esta zona se repite muchísimo en territorios situados más arriba del paralelo 40. Generalmente los valles están constituidos por un río que los surca, el cual puede ser la bisagra de ambas laderas, o simplemente un valle protegido por montañas que lo rodeen por completo o por alguno de sus lados, como puede ser la comarca del Bierzo en León. Los viñedos cultivados en las laderas del valle tendrán unas producciones más cortas que en el llano, con una mayor expresión varietal por sus maduraciones algo más lentas y con diferentes graduaciones, dependiendo de las orientaciones al norte o al sur de las pendientes.
El microclima originado en la ladera sur implica una mayor insolación, ya que la recepción de los rayos solares es prácticamente perpendicular, mientras que en la ladera norte la exposición es oblicua, facilitando una maduración más larga. Un ejemplo claro puede observarse en Vega Sicilia, Abadía Retuerta y los de Viña Mayor en la Ribera del Duero, cuyos viñedos principales están situados en la ladera que mira al norte. Sus uvas, aunque pueden alcanzar la misma graduación que los que se cultivan en las laderas contrarias (Pesquera, Dehesa de los Canónigos, Hacienda Monasterio) y más soleadas, cuentan con un periodo de maduración de racimos más lento y, por tanto se exponen a una menor pérdida de su expresión frutal.
Existe otro fenómeno curioso cuando nos elevamos sobre el fondo del valle. Cabe suponer que, tan pronto ascendemos por sus laderas hasta cotas más elevadas, las posibilidades de maduración son menores. Sin embargo, no es así. Cuando ascendemos escapamos de la humedad y disminuye la temperatura que normalmente se sitúa en las áreas más bajas, lo que puede motivar heladas que no se producen al ascender por la ladera del valle.
Tal es el caso de los viñedos de la finca La Planta de Bodegas Arzuaga, situada en una pequeña meseta a 100 metros de altitud sobre el río Duero, cuya maduración se produce 10 días antes que en los situados junto al río, propiedad también de esta firma ribereña. Solo cuando las cotas superiores se elevan más allá de los 100 metros sobre el nivel más inferior del valle, sobre todo en Castilla y León, el frío nocturno por la altitud comienza a aumentar y se vuelve a producir una maduración más difícil.
Es evidente que todas estas diferencias en un espacio y altitudes mínimas se producen en viñedos situados en condiciones límite de cultivo. El ejemplo más claro es la citada Ribera del Duero. En esta zona podemos apreciar cómo sus tintos poseen una excelente y suficiente pigmentación, con una buena graduación alcohólica, pero con una elevada acidez debido a la escasa combustión de la uva durante las frescas noches de agosto y septiembre. Un ejemplo casi idéntico se produce en el valle de Lerma, si bien la zona es más abierta y, por lo tanto, el clima es menos benigno que en la Ribera y, consiguientemente, sus vinos, en general, son menos vigorosos.
Dentro del contexto del microclima de valle, lo constituyen zonas que están pegadas al río y por lo tanto con nieblas que genera el mismo caudal sin poder ascender debido a la mayor densidad del aire húmedo y que se estanca en la zona y que puede favorecer la aparición de heladas tardías. Este hecho ha supuesto a Vega Sicilia reducir las viñas en el llano fluvial del Duero amén de la mayor humedad de sus suelos y calidad inferior por los mayores rendimientos. Hay un factor compensatorio como son los suelos de aluvión cuya textura pedregosa es una reserva térmica que facilita la maduración y por lo tanto es un factor positivo para la calidad de los vinos.
Es la influencia que ejerce el mar en zonas de gran insolación, ralentizando el proceso vegetativo de las viñas como factor positivo. Son zonas generalmente en áreas meridionales donde se cultivan variedades que necesitan muchas horas de sol, aunque con temperaturas alternativas ocasionadas por la brisa marina. Es el caso de la zona de La Marina en Alicante, en Banyuls, Bandol y Rivesaltes en la costa mediterránea del Rosellón francés y la Axarquía en Málaga, donde la uva moscatel necesita cierta humedad, pero también un sol seguro. Asimismo, en Jerez, las mejores viñas se sitúan en las colinas más elevadas orientadas a las brisas oceánicas de Poniente que proporcionan una maduración más racional frente a la influencia terral más cálida del Levante. Otro fenómeno semejante aparece en la vertiente norte de Tenerife y Gran Canaria, donde los vientos alisios más húmedos del noreste moderan la graduación y conservan una acidez en los vinos que, en esa latitud tan al sur del hemisferio y con la gran cantidad de horas de sol diarias, sería impensable que se produjeran.
En La Rioja, al ser un valle (del Ebro) más amplio, aparecen en los dos márgenes del rio características diferentes. Mientras que en el lado izquierdo del Ebro (la Rioja Alavesa y Sonsierra), el viñedo está protegido por la Sierra Cantabria que ocasiona el fenómeno Föehn (nubes que vienen del norte que chocan con la cordillera con lluvias en su ladera norte, pero se diseminan al pasar al sur en la Rioja), con una pluviometría menor. Por eso sus vinos son más oscuros y maduros, además de la exposición solar de sus terrazas con leve inclinación hacia el sur. En el margen derecho del Ebro (Rioja Alta), llueve algo más porque esas nubes diseminadas se agrupan al encontrarse con las primeras estribaciones de ladera norte de la Sierra de la Demanda, lo que determina una menor insolación de los viñedos y, consiguientemente, maduraciones más lentas con vinos menos pigmentados y con mayor acidez. Estas diferencias no se producen en la Rioja Baja, ya que la menor altitud de gran parte de la zona, la sitúa dentro del contexto de clima mediterráneo, a no ser que el viñedo se extienda en los montes del sur que, por su altitud, produce uvas con mayor acidez, pero con insolación mediterránea.
José Peñín nos habla de aquel comercio secreto que había entre bodegas y zonas productoras extendido desde finales del siglo XIX.
José Peñín hace una reflexión en este artículo sobre si es importante saber de vino o de marcas para verdaderamente identificar si nos gusta o no nos gusta.
Constantemente se renuevan los argumentarios marketinianos a fin de adaptar el discurso de las bodegas a las nuevas olas o tendencias elaboradoras.