Raúl Pérez, el Picasso del vino

26 November 2024

El otro día me fui con Carlos González y Javier Luengo, los principales catadores de la Guía Peñin, a las posesiones del inefable Raúl Pérez. Conocían sus vinos de tantas catas anuales para la Guía. Sin embargo, querían verle de cerca, oír su voz y escuchar su sabiduría sin barreras. Mi condición de paisanaje con él y mi amistad desde 1999 hizo fácil el encuentro.

Los chicos quedaron fascinados por su humildad, su franqueza y sin ataduras por confesar sus secretos enológicos. Recorrimos la zona más olvidada del Bierzo como son los terraplenes y lomas al sur de Ponferrada con suelos del género pizarroso, pero con su condición atlántica. Catamos un sinfín de vinos que tanto Javier como Carlos darían buena cuenta en su memoria. Su impronta se encuentra en tantos vinos que todos juntos sería una denominación de origen.

¿Cómo definir los vinos de Raúl? Sin duda lo más característico de sus trabajos es la elegancia, la sutilidad, el protagonismo del paisaje y la labor de orfebre en su elaboración y crianza. Eso que los franceses llaman féminin en oposición a los vinos musculosos y densos. Dice que sus vinos no pasan de los 12 meses en barrica, controlando las lías finas sin removerlas y no le interesa la maduración fenólica, o sea, la piel y pepitas. Lo que más se centra en la maduración aromática con el concurso del raspón inmaduro del que extrae esas moléculas vivas que no han perecido por esa maduración mayor que apoyan casi todos los bodegueros. Una mirada inteligente de los modos campesinos del pasado.

Tiene mirada de poeta feliz rodeándose de la Naturaleza vegetal y geológica. En 2022 fui a su casa con su geometría de hormigón, pero rodeado de perros, gallos y gallinas como si fuera un labrador de otro tiempo. Escuchas de él ese tonillo berciano entre leonés y gallego. Tiene la barba de Rasputín, pero sin su perversa mirada. Posee ese ejercicio de la libertad haciendo el vino que le da la gana más cómplice con el suelo y la cepa que del prójimo. Vive de frente al campo y de espalda a la cibernética. Luce un dispositivo móvil que solo es teléfono y por lo tanto fuera del WhatsApp y de los oscuros recovecos de las redes sociales. No me le imagino en un fotocall de Vanity Fair. Si estuviera de su mano borraría su figura de la foto social como hacía la KGB de las purgas estalinistas.

En un artículo publicado en 2014 dije que era un Picasso del vino. Los distintos estilos del maestro malagueño, su inconformismo, su perspicacia y su desasosiego, se instalan en la exigua y a la vez vigorosa figura de este berciano que ha revolucionado la enología española con vinos raros, diferentes y a la vez seductores.
Su cubismo es totalmente al revés. No transforma la Naturaleza de la viña, sino que es la Naturaleza la que impone el alma en sus vinos. Raúl deja hacer lo que el suelo y la cepa ofrecen, ahuyentando los desarreglos de una vinificación difícil y huyendo de las modas. Su temperatura cerebral alcanza límites insospechados llevando a las pasarelas las uvas más recónditas y olvidadas, a la búsqueda del mensaje de cada suelo y de cada casta vinífera.

Raúl Pérez disfrutando de unos vinos en su casaRaúl Pérez durante la cata de sus vinos

Desde que le conocí

Mi primer encuentro con él fue en 1999 cuando en el Bierzo comenzaba a asomar su menuda figura en la bodega familiar Castro Ventosa en el pueblo de Valtuille de Abajo. Raúl Pérez fue el primer contacto que tuvo Álvaro Palacios cuando irrumpió en el Bierzo al encuentro feliz de una mencía más mineral como un “priorato atlántico” más fresco y sutil. Pérez no tenía claro el futuro de la mencía cuya producción estaba en manos de las cooperativas que propagaban el mensaje de que esta uva solo valdría para vinos frutosos y ligeros.

 Antes ayudó a Álvaro y este a su vez le transmitió algunos secretos desconocidos de esta variedad en función de otros modos de cultivo. Raúl es como Ferrán Adrià, por cuyo feudo han pasado un cierto número de aprendices que después han seguido su propio camino. Es feliz creando una marca de tan sólo una barrica porque otra barrica sería sutilmente diferente. Su sombra enológica se paseó por Rías Baixas, Monterrei, Ribeira Sacra, la D.O. León, Cangas de Narcea en Asturias, Sudáfrica, Douro Bairrada, Almansa y últimamente en la inhóspita zona lusitana de Tras Os Montes. Almansa y Sudáfrica por su lejanía, le venían a contramano, pero también allí llegó y triunfó.

Sus primeros trabajos que conocí fueron en San Martín de Valdeiglesias alzándose con las nuevas garnachas graníticas de Gredos. Fue el primero que le dio una vuelta hacia la modernidad de aquellas garnachas y albillos a granel evolucionados y oscuros que se vendían a los embotelladores del norte de España. Trabajó entre 2006 y 2008 en la bodega Bernabeleva mano a mano con su enólogo Marc Issart. Descubrí en esa bodega al albillo real en un blanco mineral y silvestre que me deslumbró y que borraba el recuerdo de aquel “vino precioso” de San Martín entre rancio y dulce que cantaban los escritores del Siglo de Oro.

Es uno de los enólogos de los que más aprendí.

Una condición indispensable es poder elaborar en cada bodega que recaba sus servicios, un vino propio además del vino ajeno, sin más ambición que producir no más de 2.000 botellas por marca. Recuerdo verle en 2008 en su BMW de verbena cargado con los 114.000 kilómetros anuales recorriendo las sinuosas carreteras perdiéndose del alcance del teléfono móvil o presentándose de improviso en cualquier encuentro con sus amigos del gremio dando y recibiendo experiencias. Infatigable y ubicuo, no es la primera vez que se queda dormido en la cuneta, incluso una vez se despertó en el centro de una glorieta en un cruce de caminos.

Raúl es ya un personaje reconocido en todo el mundo cuyos vinos han sido bendecidos por los más reputados críticos planetarios. Es uno de los enólogos de los que más aprendí.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

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