Que alguien me explique por qué Italia vende casi al doble de precio que nosotros con las mismas ventas y, en algunos casos, con calidades dudosas. La manoseada razón de la venta asegurada gracias a los restaurantes italianos dispersos por todo el mundo ya no cuela. En las pizzerías planetarias se bebe coca cola, agua y alguna cerveza. He repetido hasta la saciedad que se nos debería caer la cara de vergüenza al ver que gran parte de nuestros graneles van a parar a países, no para bebérselos sino para mezclarlos con los suyos, y así pasar como vino francés, italiano, portugués o incluso chileno. Según la American Association of Wine Economists, la media de precios de los vinos españoles (granel y una pequeñísima parte en botella) exportados a los 3 primeros países oscilan entre los 0,40 y 0,60 €, representando el 40% de las exportaciones, mientras que a los demás países la media asciende a 2,38 €, hasta el punto que en Suiza, Canadá y EE.UU el precio medio era superior a 4 €. Es cierto que esta diferencia se debe a que el impacto del vino embotellado frente al granel es mayor.
Lo más triste es que el vino español, en menos tiempo que los demás países, ha batido el récord mundial de mejora del viñedo, calidad del vino, instalaciones y personal técnico, pero que no se corresponde proporcionalmente con el valor añadido que deberíamos obtener. Tenemos una historia más larga en la experiencia exportadora que muchos países como Argentina, Australia o Chile, los cuales han experimentado un crecimiento en sus exportaciones en menos tiempo que nosotros y con precios superiores sin que sus vinos sean mejores que los nuestros y, para colmo, con menos subvenciones que aquí. Pero no siempre fue así. En la primera mitad de los 80 el precio de nuestro granel era superior al italiano, incluso en volumen. Hoy es todo lo contrario.
Vinos con marca