En la cabeza de muchos consumidores de vino el dibujo de Priorat es el de una tierra de tintos, de excelentes vinos tintos. Mentalmente casi podemos palpar la opulencia de esos vinos de color profundo, grado alcohólico alto y botella pesada.
Esta idea no sería del todo errónea si hablásemos del Priorat del siglo XX, sin embargo, de un tiempo a esta parte, Priorat se ha ido ensanchando y ha ido trabajando no solo en vinos tintos de otros perfiles, sino también en la elaboración de vinos blancos, como el que hoy les traemos y que se ha ganado la nominación al premio al Vino Revelación Guía Peñín 2021.
La experiencia de Guía Peñín en torno a los vinos blancos de esta zona es muy interesante y reveladora. Hace unos pocos años, algunos productores de la D.O., desprovistos de los corsés comerciales, empezaron a dar rienda suelta a su imaginación e hicieron una interpretación atrevida de lo que el vino blanco del Priorat debía ser. En estos embotellados, pudimos ver de todo; vinos de corte oxidativo, crianzas suaves, trabajos con lías en una mezcla tan larga y pausada como para acabar dominando en el vino, bajos niveles de protección en la elaboración,…., algunos excepcionales, otros no tanto. Parecía existir una visión monolítica del blanco prioratino reservada exclusivamente a los elaboradores más innovadores de la zona. Sin embargo, el mundo del vino es tan caprichoso, que de vez en cuando te agita para que veas que no todo lo bueno es lo “artesanal”.