El otoño que deja caer las hojas del árbol, también lo hizo con las páginas de Sobremesa, la revista de gastronomía (en especial de vinos) que Vinoselección, el primer club de venta de vinos por correspondencia, fundara en 1984 y que los actuales dueños mayoritarios, CVNE, cerraron sin despedirse.
Una razón técnica de este suceso podría ser que una revista del vino en manos de una bodega chirría como una puerta mal engrasada. Sobremesa perduraba en el tiempo al ser una revista instrumental de Vinoselección, una empresa que vende vinos, del mismo modo que Club de Gourmets, la más decana del género, sobrevive a los pechos de una feria de vinos como es el Salón Gourmets. Si las revistas de vinos normalmente se alimentan de la publicidad de las bodegas, que una bodega sea propietaria del medio chirría bastante, sobre todo para la credibilidad del medio y por tanto para su continuidad.
La otra opción sería el haber vendido la cabecera a un grupo editorial, aunque fuera por 1 euro. No sé si esta solución pasó por las cabezas de los dueños riojanos. No obstante, el patio competencial está cubierto con revistas como Tapas, Gentleman, Esquire y, en general, las de lifestyle, en las que el vino ocupa una pequeña parcela de sus páginas.
Desde 1980 he sido protagonista de aventuras de esta especie con un resultado cristalino, como es la escasa seducción que las revistas vinícolas tienen entre los lectores patrios. Y es que el público todavía no da permiso para la edición de una revista de vinos rentable, a no ser que algún empresario se atreviera a editar una publicación relativa al lujo, como la británica Fine Wine, algo impensable en España.
En nuestro país el vino representa en las publicaciones lifestyle uno de los contenidos más exiguos, en donde la moda, los coches, viajes, relojes, perfumes y algo menos la gastronomía sólida, ocupan todas sus páginas. Los anunciantes más ricos no lo apoyan por su tirada que, sorprendentemente es bastante menor de lo que uno pueda pensar, sino por la lucidez exquisita de sus páginas. “Si Jaguar se anuncia, yo no puedo faltar” diría la marca competidora. El sector del vino es el más pobre en la inversión publicitaria y, por lo tanto, los contenidos enológicos van a la par. El viejo truco de distribuir tan solo 5 ejemplares en los puntos de venta solo en los más señeros “para que se vea”, forma parte de la estrategia de estas publicaciones del lujo.
Una pequeña historia del vino en papel
El Grupo Gourmets surgió de una revista “Club de Gourmets” en 1976, en donde la cocina y los cocineros ocupaban el mayor espacio, siguiéndole la temática el vino. Justo en los años en que el “destape” femenino contaba en todos los gremios y en cuyo primer número aparecía una dama apenas vestida con hojas de hortalizas. Fue realmente la primera revista gastronómica que se instalaba en los puntos de venta más lógicos, como son los quioscos y librerías. Pocos años después, Xavier Domingo, el crítico más famoso, mordaz y controvertido de esa década fundaría una revista que se llamó el Almanaque de los golosos y de las guapas dedicada a las cosas del comer y más, y que apenas sobrevivió durante 3 números.
Sin embargo, pocos saben que los antecedentes de estas publicaciones los encontramos en la revista “Bodega”, con un contenido de vinos muy superficial, en la que en 1953 una página de publicidad costaba 800 pesetas. Otra revista que llegó a mis manos en aquellas fechas fue Mesa y Vinos de España, editada a finales de los 60 en Barcelona. Era una visión más patriota de lo que se comía y bebía en nuestro país. Algunos de los colaboradores fueron José María Castroviejo, José del Castillo, Luis Antonio de Vega y Álvaro Ruibal. Se hablaba de «tenedores» en vez de estrellas para calificar los restaurantes, mientras que el vino se expresaba con un cierto tono lírico.