Después de esta explicación un tanto peatonal, habitamos en el territorio que más sufre las consecuencias del cambio climático de toda Europa. Incluso más que en Italia, Incluso apenas llega el famoso anticiclón a las costas mediterráneas de Argelia y Túnez y consecuentemente llueve más que en las nuestras.
El problema catalán
El fenómeno de la sequía en Cataluña se ha agudizado debido a que en estos dos últimos años los frentes lluviosos occidentales han sido menos vigorosos en la Península al tocarnos solo los flecos sur de las perturbaciones, agravándose al estar más alejado del Atlántico y aún más del suroeste andaluz, que es por donde llegan la mayoría de los frentes. Las únicas lluvias que han afectado a Cataluña son las locales producidas por los cortos periodos de embolsamientos (las famosas “danas” producidas por la humedad del Mediterráneo), que sólo ocasionan torrenteras e inundaciones.
A todo esto, hay que añadir la escasa capacidad total de los embalses catalanes que casi es la décima parte de la de Castilla y León o Extremadura, con el agravante de un nivel de población y densidad agrícola infinitamente mayor. Es cierto que esta sequía ha pillado a los catalanes con la guardia baja porque históricamente su pluviometría media anual sobrepasaba a la del resto de España y la urgencia en construir pantanos y desaladoras no era prioritaria. Dos años sin llover en Castilla y León o Extremadura no es un problema, mientras que tan solo un mes en Galicia o dos años en Cataluña, implica sequía.
El viñedo en peligro
La gran paradoja es que en las zonas que históricamente llueve menos, están más preparados que el resto. El sector agrícola murciano y levantino han aprovechado y mejorado sus recursos hídricos hasta el punto de enseñarles a los israelitas cómo optimizar el agua. Gran parte de nuestro viñedo está preparado para los 300 litros anuales, pero no para los 150 de estos dos últimos años, afectando a las viñas jóvenes y de media edad.