Sea como fuere estos trabajos han influido en los vinos pues los elaboradores han buscado ofrecer una visión más local de sus viñedos. Se defiende el paisaje local, las tradiciones y la cultura de aldea.
Algunos jóvenes atraídos por este mensaje y la imagen que genera a través de las redes sociales han decidido probar suerte y esta prueba ha traído vinos imperfectos (no todos tienen formación técnica) pero con un profundo carácter local y también personalista. Estamos en un boom productor en lo que se refiere a estos nuevos agentes. Todavía habrá que ver cuántos de ellos sobreviven a las dificultades que el campo encierra, a sus exigencias y a la dura vida de los pueblos, muchos de ellos agonizantes por la España vaciada.
La búsqueda incansable de nuevas formas de elaborar
Mientras que en el pasado más próximo había una tendencia excesivamente conservadora a la hora de innovar en la forma de elaborar, hoy día es habitual que muchos enólogos busquen nuevas vías de expresión a través de la elaboración. Esto ha permitido la proliferación de nuevos vinos, elaborados por técnicas que antes no se desarrollaban en España. El boom de los vinos naranjas, los vinos ancestrales, la recuperación del barro o la inclusión de materiales nuevos como la cerámica para elaborar son claros ejemplos. Como es lógico todas estas “nuevas formas de trabajar” requieren tiempo para crecer, al igual que le pasó a los vinos naturales cuando llegaron a nuestro país.