Los vinos que desaparecieron (II)

17 September 2024

Las tierras valencianas que hoy son el paradigma de la Huerta y el naranjal, nunca perdieron su vocación vitivinícola tanto en su proyección comercial del Carlón de Castellón y el Tent, como los diferentes vinos campesinos como el tinto de Matola y el blanco de La Mata de Alicante. Todos ellos desaparecieron dispersos en una exportación global con el auge del puerto del Grao, desembocadura de gran parte del vino a granel sobre todo durante el franquismo.

Como es lógico, la dilatada historia del vino español no ha llegado a nuestros días intacta. Aunque enriquecida y evolucionada con el paso del tiempo, el desarrollo también ha pasado factura y algunos vinos se han quedado en el camino. De los vinos que hemos citado en el anterior capítulo, algunos se han perdido sin dejar rastro y otros, famosos y carismáticos, han pasado a formar parte del recuerdo, bien por la adversidad de las circunstancias o, simplemente, por un cambio de usos y costumbres en el que dejaban de tener sitio.

Salvo los privilegiados vinos de Jerez sustentados por una pléyade de comerciantes portuarios de distintos orígenes, el resto se vieron abocados a su desaparición, en gran parte por las tensiones políticas y militares con los ingleses como principales mercaderes. Es el caso del carlón, el canary, el ribadavia o el tent de Alicante. Bien es cierto que estos vinos no surgieron por iniciativa de los elaboradores españoles, por el contrario, eran unos vinos impuestos por necesidades de la exportación. Los comerciantes extranjeros, a partir de los modestos vinos locales, diseñaban unos vinos a su medida mejorados y elevados a la categoría que demandaba el comercio extranjero.

El carlón y el tent

El carlón fue un tinto que se producía en Benicarló y aledaños desde el siglo XVI hasta el comienzo del siglo XX. Era un vino robusto, de elevada graduación alcohólica, hecho con garnacha tinta y garnacha tintorera y, en algunos casos, mezclado con arrope (vino o mosto deshidratado por cocción) para darle más cuerpo, y que se enviaba al puerto francés de Sette. A comienzos del siglo XVIII, se enviaba a Inglaterra con parada en Burdeos, en donde se mezclaba con su flojo tinto de entonces. Los comerciantes ingleses conocieron este vino después del auge que tuvo en Francia e Italia. El término Carlón se debía a la pronunciación castellana del nombre de la ciudad en aquellos años, que era Benicarlón. Los últimos retazos de este vino se produjeron en Argentina, en donde se instalaron algunos cosecheros castellonenses después de la irrupción de la filoxera en España. Era un vino muy conocido entre la burguesía porteña, hasta el punto de citarse en algunos tangos.

El “Tentalicantino también fue un vino que, por su color y grado, se exportaba en aquella época del mismo modo que el carlón. Aunque André Julien en el siglo XIX dijo que este vino era inferior al carlón, fue un gran competidor del vino castellonense por su menor precio y mayor volumen. El puerto de Alicante tuvo una enorme importancia debido a que era por donde se exportaban también los vinos murcianos, todos ellos para mezclas con los vinos franceses, más débiles.

Los vinos de Matola y La Mata 

Los vinos de La Mata y Matola fueron de consumo local y popular y, posiblemente, fueron los últimos vinos hechos de modo medieval. El primero procedía de viñedos de tierras cercanas a Torrevieja, en la provincia de Alicante. En sus suelos de constitución arenosa y en pequeños bancales rodeados de algunos pinares, vegetaba la merseguera. Eran vinos secos, de color dorado, con una apreciable finura y de sabor silvestre, elaborados con su raspón y añejados en toneles de roble. Un rastro de aquel vino me lo dio a probar Rafa Bernabé hace unos años antes de dedicarse a la naranja y abandonar la producción de sus excelentes marcas. El otro vino alicantino fue el tinto de Matola, cuyas viñas de monastrell cultivadas en tierras calizas, estaban atravesadas por la carretera de Crevillente.  En 1976 tuve la ocasión de probar este tinto de la cosecha 1973, a medio camino entre un vino rancio y frutal, de color cereza con borde anaranjado, un regusto silvestre, de cierta dulcedumbre y una sorprendente expresión a retama.

Otro vino andaluz ya desaparecido fue el Tintilla de Rota. Era un vino de los llamados de color, de sabor dulce y que alcanzó un enorme prestigio en el siglo XIX. De origen árabe, encontró su final no hace mucho tiempo, debido a la construcción de la base americana de Rota, quedando las cepas sepultadas bajo el cemento de las pistas. En la actualidad, el concepto tintilla se refiere a la variedad que hoy se elabora en la provincia de Cádiz para tintos secos. No tiene nada que ver con el antiguo tinto dulce, denso, suculento y oscuro que llegué a probar de la mano de Zoilo Ruiz Mateos procedente de la viña sepultada por la base americana.




    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

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