Tomar uvas en Nochevieja, ¿del marketing a la tradición?

23 December 2024

Última noche del año, millones de españoles reunidos frente al televisor, con la mirada fija en el reloj de la Puerta del Sol, en Madrid, y un plato de uvas en la mano. Una escena tan característica como caótica: los nervios por intentar seguir el ritmo, la atención para que ningún miembro de la familia se atragante (en especial, los más mayores) o el típico despistado que confunde los cuartos con las campanadas.

Y entonces suena la duodécima campanada y la casa estalla en gritos y jolgorio, y las calles se llenan de fuegos artificiales y luces de colores. Abrazos, felicitaciones, risas, alguna lágrima y copas de cava o sidra que brindan entre sí. Ya nadie mira hacia la televisión; ahora se celebra que se acaba el año, que igual no ha sido el mejor, y todo queda atrás. Que el nuevo viene cargado de firmes propósitos que seguramente nunca cumplamos y de la incertidumbre de lo que está por venir.

Esta es la estampa de la Nochevieja en la gran mayoría de las casas españolas; una noche de celebración en la que se combina superstición, simbolismo y tradición. Es mucho más que una simple costumbre, es un ritual de despedida y esperanza, una manera de cerrar un ciclo y dar la bienvenida al nuevo año que viene cargado de deseos y propósitos.

España destaca por sus múltiples tradiciones y celebraciones y, sobre todo, porque, pese a tener la misma esencia, en cada pueblo o ciudad se celebra de maneras distintas. Sin embargo, la última noche del año, resulta inconcebible no acabarla con el cuenco de 12 uvas en la mano: es un reflejo de nuestra identidad colectiva.

Del marketing a la tradición

En un país donde los rituales y la superstición todavía juegan un importante papel en la sociedad, no resulta tan extraño que hayamos heredado esta tradición que se remonta a finales del siglo XIX.

La primera mención escrita aparece en 1882; se cuenta que la clase burguesa y afrancesada de España organizaba fiestas privadas por Navidad y tenían la fina costumbre de brindar con champán y comer uvas durante la cena. Al mismo tiempo que esto sucedía, el Ayuntamiento prohibió los festejos callejeros que se celebraban en la Noche de Reyes. Esto, sumado a que la clase trabajadora veía este refinado hábito con cierta sorna, decidieron participar de estos lujos a modo de burla y protesta y salir a tomar uvas a la Puerta del Sol durante las campanadas de fin de año, festividad que no tenían prohibido celebrar.

 Otra teoría afirma que, en 1909, en Alicante, ocurre un evento clave, se produce una cosecha excepcionalmente abundante de uvas blancas. Para evitar pérdidas económicas y poder dar salida a todo el excedente de uva, bajo el lema “las uvas de la suerte”, se realiza una campaña publicitaria para popularizar el consumo de uvas durante las fiestas de fin de año.

Copa de champán, un indispensable en las cenas navideñasCopa de champán, un indispensable en las celebraciones de Nochevieja.

Con el tiempo, la práctica se estructuró alrededor de las doce campanadas que marcan la medianoche del 31 de diciembre. La urbanización y el papel fundamental de los medios de comunicación, no tardó en expandirla por todo el territorio. En los años 20, se reprodujeron las campanadas de manera radiofónica y en 1962 se transmitió por primera vez en televisión, en directo desde la Puerta del Sol en Madrid.

Esto lo convirtió en un ritual colectivo que reúne a millones de personas frente a sus pantallas y otros miles que llenan la Puerta del Sol en Madrid para vivirlo in situ viendo el reloj en directo (acto también convertido en tradición popular y que cada año atrae a más gente de distintos lugares del mundo). Aunque en muchas casas las uvas hayan sido sustituidas por gajos de mandarina, aceitunas o golosinas, el momento de unión familiar y social que marca el fin y el comienzo del año se mantiene intacto.

Cada uva representa un mes del año, pero también una hora del reloj. Para los más religiosos, el 12 también es un símbolo de cada uno de los apóstoles. Como ya habréis experimentado todos, comerlas al compás de las campanadas crea un ambiente caótico y mágico en el que reina la esperanza de atraer buena suerte, salud y prosperidad.

Para los más supersticiosos, más rituales

Botella de champán descorchándose, el sonido del año nuevo
Botella de champán descorchándose, el sonido del año nuevo

Además de acompañar las campanadas con doce uvas, existen otros rituales para invocar la buena fortuna y crear un ambiente mágico cargado de superstición: brindar con un vino espumoso y un anillo dentro, se supone que atraerá riqueza y éxito financiero, siempre y cuando no te tragues el anillo. 

Llevar ropa interior roja simboliza la pasión y buena suerte en el ámbito amoroso; o meter dinero en el zapato derecho atraerá buena fortuna y estabilidad económica, y si no te acuerdas de sacar el billete, verás que alegría te llevas cuando te vuelvas a poner esos zapatos. 

Abrir puertas y ventanas supone dejar salir todo lo negativo del año y permitir la entrada de energías renovadas, aunque igual no es muy buena idea hacerlo en pleno diciembre en un clima como el español.

Más allá de la jocosidad y efectividad de estos rituales; destacan por su creatividad y optimismo para enfrentarse al futuro, a lo desconocido. Celebrar en comunidad nuestras tradiciones nos mantienen unidos y generan sensación de grupo allá donde están.

Los rituales y tradiciones son importantes además porque aportan cierta previsión al calendario. Organizamos nuestro año en base a las festividades: Semana Santa, Navidad o celebraciones de Santos (que nos permiten tener días libres en el trabajo). Mantiene a la comunidad unida, nos ayuda a tener metas y nos conecta con nuestra cultura pasada y con lo que está por venir.

Fin de año por el mundo

Existen maneras muy diversas de celebrar el último día del año, aunque tengan una simbología común y un mismo propósito: despedir el año viejo y dar la bienvenida a uno nuevo.

Países latinoamericanos como México, Argentina, Venezuela o Colombia, que han adoptado la tradición de tomar las 12 uvas, mantienen también sus costumbres y variedades locales. Para atraer viajes en el próximo año, es común pasear con maletas alrededor de su casa; para manifestar amor o prosperidad, se usa ropa interior de color (rojo o amarillo). También es típico escribir los deseos en papel y quemarlos para que se cumplan. En Rusia van un paso más allá y las cenizas las mezclan con champán y se lo beben.

En general, en el hemisferio sur, que tienen la suerte (o no), de vivir la Navidad en verano, tienen costumbres muy distintas a las que tenemos los que disfrutamos de la festividad con frío y nieve. En Brasil, por ejemplo, se realizan homenajes al mar vestidos de blanco. El color blanco que simboliza la pureza y la paz acompaña a las ofrendas en las playas, donde se lanzan flores y velas en honor a la diosa del agua con la esperanza de atraer buena fortuna.

En Italia, las lentejas son un símbolo de riqueza y buena fortuna debido a su forma redondeada similar a las monedas, por ello es típico comerlas el día de Nochevieja. También se lanzan objetos viejos por la ventana como forma de despedir lo negativo del año que dejamos atrás, tradición que comparten con Sudáfrica.

En Dinamarca se rompen platos viejos frente a las casas de amigos y familiares para desearles buena suerte y un año próspero; el “salto hacia el año nuevo”, subirse a una silla y saltar justo antes de las campanas, supone una metáfora de afrontar el año con energía y optimismo.

El broche final

Las costumbres y tradiciones varían según el país, región, ciudad o incluso casa en la que se celebre. Pero lo que realmente culmina el ritual de las doce uvas y marca el inicio del nuevo año es el brindis, algo que es prácticamente universal.

Tras la última campanada, alzamos nuestras copas y las chocamos entre sí. Un simple gesto que supone la máxima expresión de celebración, de identidad cultural y de catarsis: no hay cena, comida o reunión sin discurso de agradecimiento o para recordar viejos tiempos que acabe en brindis.

Aunque el verdadero sentido del brindis no está en el líquido que hay dentro de la copa, sino en lo que significa y simboliza, nosotros siempre vamos a recomendarte hacerlo con vino; y, por si tienes dudas de qué vino utilizar en cada ocasión, aquí te recomendamos algunos con los que seguro aciertas.

Brindar con vino al inicio del año, no es solo una forma de festejar y celebrar; es también una manera de valorar nuestras raíces y nuestra tradición.  

El brindis final, puro simbolismo de cerrar un ciclo.
El brindis final, puro simbolismo de cerrar un ciclo.

No hay mayor símbolo de unión que el vino, y no es casualidad que uva, brindis, y celebración estén tan relacionados. La uva, como fruto, es símbolo de fertilidad, abundancia y transformación, ¿y no es justo eso lo que siempre pedimos y deseamos al nuevo año?

Esta Nochevieja, llena tu copa de alguno de los vinos que más te gusten (cuidado si metes el anillo al brindar) y de tus deseos y esperanzas en el año nuevo. Brinda con tus más allegados y celebra el cierre del año y que, sea lo que sea lo que nos depara el año nuevo, sigáis con vuestra copa llena y vuestros mejores deseos.

¡Feliz Año Nuevo!

    Escrito por Redacción