Existen maneras muy diversas de celebrar el último día del año, aunque tengan una simbología común y un mismo propósito: despedir el año viejo y dar la bienvenida a uno nuevo.
Países latinoamericanos como México, Argentina, Venezuela o Colombia, que han adoptado la tradición de tomar las 12 uvas, mantienen también sus costumbres y variedades locales. Para atraer viajes en el próximo año, es común pasear con maletas alrededor de su casa; para manifestar amor o prosperidad, se usa ropa interior de color (rojo o amarillo). También es típico escribir los deseos en papel y quemarlos para que se cumplan. En Rusia van un paso más allá y las cenizas las mezclan con champán y se lo beben.
En general, en el hemisferio sur, que tienen la suerte (o no), de vivir la Navidad en verano, tienen costumbres muy distintas a las que tenemos los que disfrutamos de la festividad con frío y nieve. En Brasil, por ejemplo, se realizan homenajes al mar vestidos de blanco. El color blanco que simboliza la pureza y la paz acompaña a las ofrendas en las playas, donde se lanzan flores y velas en honor a la diosa del agua con la esperanza de atraer buena fortuna.
En Italia, las lentejas son un símbolo de riqueza y buena fortuna debido a su forma redondeada similar a las monedas, por ello es típico comerlas el día de Nochevieja. También se lanzan objetos viejos por la ventana como forma de despedir lo negativo del año que dejamos atrás, tradición que comparten con Sudáfrica.
En Dinamarca se rompen platos viejos frente a las casas de amigos y familiares para desearles buena suerte y un año próspero; el “salto hacia el año nuevo”, subirse a una silla y saltar justo antes de las campanas, supone una metáfora de afrontar el año con energía y optimismo.