El velo de flor hace que los vinos sean especialmente secos, las levaduras que forman el velo consumen la glicerina del vino, por eso son tan secos en boca. Los aromas y sabores que aporta la aparición del velo y su presencia durante largo tiempo en contacto con el vino suelen ser muy característicos.
Por norma general, en los más sutiles, lo podemos localizar a través de notas de almendra, y un pequeño guiño salino, una salinidad que se puede apreciar en nariz, como si de una zona costera se tratase, en los lugares de mayor influencia oceánica, y en boca, a través de un sutil fondo salino.
Y es que si probásemos el velo directamente de una bota jerezana nos daríamos cuenta de su sabor salino, algo que acaba saliendo en el vino cuando lo probamos. También es posible encontrar aromas a manzana y notas de panadería fruto del efecto de las levaduras. La sensación seca en boca es también muy característica, como su fino amargor.