Vinos slow
Existen multitud de vinos que encajan a la perfección en este movimiento, tanto a nivel placentero, de disfrutar y entender lo que consumimos; como en el ámbito de sostenibilidad.
En nuestra guía podrás encontrar muchos ejemplos, como nuestro Vino Revelación Guía Peñín 2025, Simeta 2021, o muchos otros productores que se vuelcan en la sostenibilidad como eje central de su forma de vida y de trabajar; como puede ser el ejemplo de Alejandro Muchada y David Léclapart en Cádiz, con su proyecto Muchada-Léclapart y vinos como el blanco Etoile 2019.
Hay más proyectos, infinitos, en la misma línea, como el desarrollado por Ester Nin y Carles Ortiz, Familia Nin Ortiz, en tierras prioratinas y penedesencas. Selma de Nin 2018, es otro ejemplo vivo de vinos que reúnen parte de esta esencia vital de trabajar apegados más al terreno que a las posibles tendencias del mercado.
Si nos centramos en vinos que reúnan ese consumo lento, meditado y responsable, los de Manzanilla de Sanlúcar o los de Jerez, pueden responder plenamente a este concepto, pues sus tipologías históricas requieren hacer un consumo intelectual, donde sacaremos una mayor satisfacción a medida que leamos más sobre estos vinos y dedicándoles algo de tiempo en su degustación.
Sumidos en el vaivén acelerado y frenético que nos envuelve, la slow life te invita a parar. A ralentizar el ritmo de vida, a disfrutar de aquello que damos por sentado y que pasamos por alto. A degustar una buena comida, a invertir un rato con amigos o familia, a disfrutar de un hobbie para el que no tienes tiempo o a reconectar con la naturaleza.
“Imaginando un mundo en el que todos puedan comer alimentos buenos para ellos, buenos para quienes los cultivan y buenos para el planeta”, el movimiento slow ha llegado para quedarse y tentarnos a llevar una vida más calmada, disfrutar de las pequeñas cosas que nos rodean y valorar nuestras raíces y tradiciones.